Miguel Hernández: Nanas de la cebolla

Miguel Hernández

(Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir una carta de su mujer, en la que le decía que no comía más que pan y cebolla.)

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

Análisis del poema «Nanas de la cebolla» de Miguel Hernández

Argumento del poema:

«Nanas de la cebolla» es un poema profundamente conmovedor que Miguel Hernández escribió durante su encarcelamiento, inspirado por una carta de su esposa en la que le contaba que no tenía más alimento que pan y cebolla para ella y su hijo. El poema, dedicado a su hijo, es una mezcla de dolor y ternura, que refleja la angustia de un padre que ve el hambre como una presencia constante en la vida de su familia. A través de imágenes poéticas, Hernández contrasta la dureza de la vida con la inocente alegría del niño, cuyo risa se convierte en un símbolo de esperanza y resistencia frente a la adversidad. Los temas centrales del poema son el hambre, la pobreza, el amor paternal, y la esperanza.

Forma y estructura:

El poema está compuesto por versos libres, agrupados en estrofas de longitud variable, lo que refuerza el carácter de una canción de cuna o «nana». La ausencia de un esquema de rima fijo y la métrica irregular otorgan al poema un ritmo que oscila entre la tristeza y la ternura, reflejando los sentimientos encontrados del poeta. Aunque no sigue una estructura formal rígida como la de un soneto o un romance, la repetición de ciertas palabras y la alternancia de imágenes crean un flujo rítmico y melódico, típico de una canción de cuna, que es apropiado dada la dedicatoria del poema a su hijo pequeño. La falta de una métrica estricta también permite a Hernández experimentar con el ritmo, que varía de suave y calmante a más rápido y urgente, reflejando el vaivén emocional de la pieza.

Análisis de lenguaje y estilo:

Miguel Hernández utiliza un lenguaje sencillo pero profundamente evocador, cargado de metáforas y símbolos. La elección de palabras como «escarcha», «hielo negro», y «sangre de cebolla» crea imágenes potentes que transmiten la dureza del hambre y la pobreza. La dicción es clara y directa, pero el uso de figuras literarias le confiere al poema una gran profundidad emocional. Por ejemplo, la cebolla es una metáfora central que representa la escasez y el sufrimiento, pero también la resistencia y la perseverancia. La personificación de la risa del niño, descrita como «la espada más victoriosa», añade un tono de esperanza y resiliencia. El tono del poema es a la vez melancólico y tierno; mientras que el poeta lamenta las condiciones de vida de su familia, encuentra consuelo en la inocencia y la alegría de su hijo. La atmósfera es agridulce, con una mezcla de desesperación y esperanza.

Imágenes y símbolos:

El poema está repleto de imágenes visuales que evocan tanto la tristeza como la belleza. La «cebolla» se convierte en un símbolo omnipresente de la pobreza y el hambre, pero también de la vida cotidiana y la lucha constante. La «risa» del niño es otro símbolo clave que representa la esperanza y la posibilidad de un futuro mejor a pesar de las circunstancias difíciles. Las imágenes de «alondra», «jilguero» y «luna» contribuyen a una sensación de ligereza y libertad, contrastando con las imágenes más oscuras del hambre y la privación. Esta yuxtaposición de imágenes luminosas y oscuras crea un impacto emocional poderoso, resaltando el contraste entre la inocencia infantil y la dura realidad de la vida.

No te pierdas nada, únete a nuestros canales de difusión y recibe las novedades de Lecturia directamente en tu teléfono: