Subió a un tren repleto, en el que los viajeros iban como arenques enlatados, y abrió uno de los compartimientos. Alguien cerró con fuerza la puerta desde dentro. Él volvió a abrirla de golpe y vio un hombre gordo y dos mujeres sentadas, que acunaban criaturas en sus regazos.
—Cierre —dijo el gordo en tono amargo—. Compartimiento para mutilados de guerra.
El viajero permaneció un rato en el pasillo, como un arenque más, con la idea de pasarse así dos horas; pero de pronto abrió otra vez la puerta con gesto esforzado y dijo:
—¿Tiene usted reservas? Aquí hay sitios libres ¡Con su permiso!
El gordo se ponía en pie cada vez que se abría la puerta. Por qué, imposible saberlo.
—Aquí no puede entrar —dijo.
El viajero, que era un hombre joven, lo miró seriamente a la cara y le dijo:
—¿No se da usted cuenta de que es una desconsideración?
El gordo quiso cerrar la puerta, pero el joven puso un pie como cuña. Entrar y sentarse carecía de importancia para él, pero la gente que iba allí dentro estaba actuando injustamente y no tenía por qué salirse con la suya. Es lo que exigía el sentimiento de justicia del joven.
—Me sentaré aquí —dijo—. ¡Quite esa caja!
El gordo se había puesto otra vez de pie. Gotas de sudor le perlaban la frente.
—Tenga compasión de estas mujeres —dijo—. Viajan con niños a los que hay que mecer.
—¿Y por qué habría de viajar yo de pie? —preguntó el joven—. Claro que podría, pero no me da la gana. No hay derecho.
El gordo hizo un último intento.
—No creo que le guste mucho. Los niños lloran todo el tiempo.
El joven se sentó. No pasó un rato agradable. El compartimiento estaba a media luz, las mujeres acunaban a sus críos, que berreaban como si los torturasen. Pero el joven viajero se alegró en su fuero interno, pues había triunfado la razón. Y permaneció cómodamente sentado hasta la estación final.
Tres días después enfermó de escarlatina y jamás recuperó la salud. Aquella gente del compartimiento viajaba con niños enfermos de escarlatina.
* * *
© Bertolt Brecht: El viaje en el compartimiento. Publicado en Gesammelte Werke, 1967. Traducción de Juan J. del Solar B.