Resumen del argumento: En «Tres versiones de Judas», Jorge Luis Borges narra la historia de Nils Runeberg, un teólogo sueco ficticio que dedica su vida al estudio de la figura de Judas Iscariote. En sus obras, Runeberg desarrolla una serie de teorías que reinterpretan radicalmente la traición de Judas, afirmando primero que su acto fue un sacrificio necesario en el plan divino y, finalmente, que Judas fue en realidad una encarnación de Dios. A medida que profundiza en su pensamiento, Runeberg se aleja de la ortodoxia religiosa, es condenado por teólogos y termina en un aislamiento atormentado. Su última obra, ignorada por todos, sostiene que el sacrificio de Dios debía ser absoluto, incluyendo la infamia y la reprobación eterna, y que por eso decidió ser Judas. Convencido de haber revelado un secreto divino que no debía conocerse, Runeberg enloquece y muere solo, tras errar por las calles de Malmö.

Resumen de Tres versiones de Judas, de Jorge Luis Borges
En el cuento Tres versiones de Judas, Jorge Luis Borges narra la vida y las ideas del teólogo ficticio Nils Runeberg, un estudioso sueco del siglo XX profundamente religioso y miembro de la Unión Evangélica Nacional. A través de sus obras Kristus och Judas (1904) y Den hemlige Frälsaren (1909), Runeberg desarrolla una serie de hipótesis teológicas provocadoras que reinterpretan la figura de Judas Iscariote, el apóstol tradicionalmente considerado el traidor de Jesucristo. Estas tesis lo llevan a formular teorías cada vez más radicales sobre el papel de Judas en el plan divino de redención.
Runeberg parte de una observación básica: si Jesús era un personaje público que obraba milagros y predicaba abiertamente, ¿por qué era necesaria su traición para ser identificado? Según él, este acto no podía ser accidental ni innecesario. Era, en cambio, parte de un designio divino. Partiendo de esta premisa, propone que la traición de Judas fue un acto necesario y deliberado, diseñado para permitir la crucifixión y, con ella, la redención del género humano. Según Runeberg, Judas fue el único apóstol que comprendió plenamente la divinidad y el propósito de Jesús. Como Jesús se rebajó al convertirse en hombre, Judas se rebajó moralmente al aceptar el papel de traidor, el más vil de los hombres, como una forma extrema de sacrificio. Así como Cristo cargó con el sufrimiento físico de la cruz, Judas cargó con la infamia eterna, haciéndose indigno, odiado y condenado. Su muerte voluntaria no fue suicidio, sino un acto supremo de humildad.
Estas ideas le valen a Runeberg la condena de múltiples teólogos, quienes lo acusan de ignorar doctrinas fundamentales como la unión hipostática —la dualidad divina y humana de Cristo—, y de reproducir antiguas herejías. A pesar de las críticas, Runeberg sigue adelante, pero reinterpreta su enfoque. En su segunda obra, Den hemlige Frälsaren, abandona el terreno teológico explícito y expone su tesis más perturbadora: que Dios encarnó en Judas y no en Jesús. Para Runeberg, Dios no se limitó a sufrir físicamente en la cruz; el verdadero sacrificio fue mucho más profundo. Si Dios se hizo realmente hombre, entonces debía haber experimentado todo lo que significa ser humano, incluida la capacidad de pecar y de ser despreciado. En este razonamiento extremo, concluye que el sacrificio divino fue tan absoluto que Dios eligió el destino más bajo y abyecto de todos: no el del mártir glorioso, sino el del traidor condenado. Según Runeberg, Dios se encarnó en Judas, el hombre más infame, para consumar un sacrificio perfecto.
Este pensamiento culmina en una visión en la que la figura de Judas no solo es el instrumento del sacrificio, sino su verdadero protagonista. Su elección no fue por codicia ni por error, sino por una renuncia total a todo bien, incluso a la redención. La figura de Judas como redentor secreto representa el máximo acto de ascetismo y humildad: no solo renunciar a la salvación, sino también a todo rastro de gloria, cargando con la culpa del mundo por voluntad propia.
La publicación de estas ideas no provoca el escándalo que Runeberg anticipaba. De hecho, su libro cae en el olvido tanto entre los teólogos como entre el público general. Esta indiferencia generalizada no lo decepciona, sino que la interpreta como una señal divina: Dios no quiere que su terrible secreto sea conocido. Agobiado por la revelación, Runeberg se obsesiona con su culpabilidad, convencido de haber cometido una blasfemia al revelar el nombre oculto de Dios, y ruega ser condenado junto a Judas. Finalmente, en 1912, muere víctima de un aneurisma después de errar por las calles sumido en la desesperación. Su legado será recordado acaso por los estudiosos de las herejías, quienes verán en él una figura trágica que llevó hasta el extremo la complejidad del mal y del sacrificio divino.
Personajes de Tres versiones de Judas, de Jorge Luis Borges
El personaje central y absolutamente dominante del cuento Tres versiones de Judas es Nils Runeberg, un teólogo ficticio de origen sueco y profundamente devoto que dedica su vida al estudio de la figura de Judas Iscariote desde una perspectiva heterodoxa y radical. Borges lo construye como un personaje intelectualmente riguroso, pero obsesivo y trágico, cuya vida entera gira en torno a un único tema teológico que lo consume hasta el final. Runeberg no es un pensador casual ni un provocador superficial: su dedicación es auténtica, alimentada por una fe fervorosa y una necesidad casi mística de encontrar sentido en el misterio de la redención. Es esta fe inquebrantable la que lo lleva a elaborar teorías cada vez más extremas y arriesgadas. Primero, postula que Judas no actuó por codicia, sino por obediencia a un plan divino; luego, en una escalada de razonamientos, llega a identificar a Judas con el propio Dios encarnado. Este viaje intelectual está marcado por una lógica rigurosa, pero llevada al límite, que lo aleja progresivamente de la ortodoxia y lo conduce a un aislamiento casi místico. Runeberg no busca provocar al mundo: se siente impulsado por una verdad tan profunda y terrible que apenas puede soportarla. Su final, errante y perturbado, muestra a un hombre desbordado por la magnitud de su propia revelación, convencido de haber traspasado el último límite del conocimiento divino.
En contraste con Runeberg, los demás personajes del cuento funcionan principalmente como figuras secundarias que permiten entender y reaccionar ante sus ideas. Entre ellos destacan varios teólogos que critican sus tesis. Lars Peter Engström lo acusa de pasar por alto la doctrina de la unión hipostática —la coexistencia de la divinidad y la humanidad en Cristo—, lo que implicaría que Runeberg estaría negando uno de los pilares del dogma cristiano. Axel Borelius, por su parte, lo acusa de renovar la herejía de los docetas, quienes afirmaban que Jesús no fue verdaderamente humano, sino una mera apariencia. Estas voces no se desarrollan en profundidad, pero su inclusión no es decorativa: representan el rechazo del mundo teológico institucional frente a una visión que desborda lo aceptable y marcan la herejía de Runeberg desde la perspectiva doctrinal. Además, muestran que sus ideas no pasan desapercibidas, sino que provocan una reacción crítica y contundente, lo que refuerza la figura de Runeberg como un heresiarca moderno.
Otro personaje secundario es el hebraísta danés Erik Erfjord, autor del prólogo del segundo libro de Runeberg. Su prólogo, «tibio hasta lo enigmático», y la elección del epígrafe bíblico que lo acompaña sugieren una ambigüedad deliberada. No queda claro si Erfjord apoya o simplemente tolera las ideas de Runeberg, pero su inclusión añade un matiz interesante: es una figura que, desde su erudición, atestigua la radicalidad del pensamiento de Runeberg sin atreverse a rechazarlo abiertamente. A través de este personaje, Borges refuerza la atmósfera de tensión entre conocimiento y blasfemia, entre revelación y silencio.
Finalmente, aunque no aparece como personaje activo, la figura de Judas Iscariote es central en el relato. En el mundo intelectual y teológico de Runeberg, Judas deja de ser una figura histórica para convertirse en símbolo. Borges no narra directamente la vida de Judas, sino que la reconstruye a través de la mirada de Runeberg, que lo transforma en redentor oculto. Judas es una figura que transita todos los niveles del pensamiento humano y religioso: pasa del rechazo al elogio, de la traición a la entrega más absoluta y de la condena eterna a la posible divinización. En la construcción de este personaje conceptual, Borges nos muestra cómo una figura puede descomponerse, reinterpretarse y resignificarse hasta convertirse en un reflejo de nuestras propias preguntas sobre el bien, el mal, el sacrificio y lo divino.
Análisis de Tres versiones de Judas, de Jorge Luis Borges
En Tres versiones de Judas, Jorge Luis Borges construye un relato que, aunque se presenta como si fuera un artículo académico o una biografía crítica, es en realidad una historia de ficción profundamente filosófica. El cuento no gira en torno a una trama convencional, con acciones, conflictos visibles o desenlaces dramáticos. En cambio, lo que Borges nos cuenta es la historia del pensamiento de un personaje imaginario, Nils Runeberg, un teólogo que dedica su vida a reinterpretar la figura de Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Jesús. El cuento se desarrolla en el terreno de las ideas y pone en tensión nuestras concepciones sobre el bien y el mal, la fe, el sacrificio y la posibilidad de que incluso el mayor acto de traición pueda esconder un propósito divino.
La historia de Runeberg avanza a través de sus escritos, que evolucionan hasta alcanzar ideas cada vez más radicales. Borges nos cuenta que Runeberg comenzó preguntándose por qué fue necesaria la traición de Judas, si Jesús ya era una figura pública conocida por todos. A partir de esta pregunta inicial, Runeberg llega a la conclusión de que el acto de Judas no fue un accidente ni un error, sino parte de un plan sagrado. A partir de ahí, Runeberg elabora teorías cada vez más arriesgadas: primero afirma que Judas no traicionó por codicia, sino como parte de un sacrificio voluntario; luego, que renunció al cielo, al honor y a su alma para cumplir la voluntad divina; y, por último, propone que Judas no fue simplemente el instrumento del sacrificio, sino que él mismo fue Dios encarnado. Estas ideas lo alejan de toda ortodoxia religiosa y lo conducen a la soledad, el delirio y, finalmente, la muerte.
Borges no solo propone una reinterpretación del personaje bíblico de Judas, sino también una reflexión sobre los límites del pensamiento y sobre la obsesión por encontrar un sentido absoluto en los misterios religiosos. Runeberg representa al intelectual que lleva su razonamiento hasta las últimas consecuencias, sin detenerse ante el escándalo ni el rechazo. Su camino es también una tragedia: al buscar una verdad tan profunda y peligrosa, termina sintiéndose culpable por haber revelado lo que no debía, como si hubiera pronunciado el nombre prohibido de Dios. La historia termina con Runeberg solo, errante por las calles, rogando ser condenado junto al Judas que admira y con el que se identifica.
Desde el punto de vista literario, Borges construye este cuento como si fuera un ensayo o una nota académica. Utiliza referencias a libros ficticios, autores reales y apócrifos, citas bíblicas, argumentos teológicos y notas eruditas. Esta estrategia le confiere al relato una apariencia de seriedad documental que oculta, con sutileza, que todo lo narrado —desde el personaje de Runeberg hasta sus libros— es inventado. Sin embargo, la invención está tan bien construida que el lector llega a dudar: ¿y si Runeberg hubiera existido realmente? Borges juega con esa ambigüedad. No se trata solo de narrar, sino de invitar al lector a pensar, a hacerse preguntas y a desconfiar de lo evidente.
Una de las claves para comprender el cuento es entender cómo Borges emplea la figura de Judas no solo para hablar de religión, sino también para plantear preguntas sobre el conocimiento humano. Para Runeberg, Judas es una figura ambigua: no es solo traidor ni solo santo, ni solo culpable ni solo redentor. Es ambas cosas a la vez. Esa ambigüedad es central en la obra de Borges. El autor no nos dice qué pensar sobre Judas, Dios o la religión. Nos muestra cómo el pensamiento puede construir verdades aparentemente lógicas que, sin embargo, rozan el abismo. En este sentido, el cuento también puede interpretarse como una advertencia sobre los riesgos de llevar las ideas demasiado lejos y sobre el peligro de romper los límites de lo comprensible y lo aceptable.
Aunque el cuento se ambienta en el siglo XX y trata ideas religiosas muy antiguas, su tema sigue siendo actual. La figura de Runeberg puede representar a cualquier persona que, ya sea por fe o por razón, se obsesiona con encontrar una explicación total del mundo. En ese proceso, corre el riesgo de perderse a sí misma. En lugar de dar respuestas, Borges nos enfrenta a las preguntas más difíciles: ¿y si el mal no fuera tan claramente distinto del bien?, ¿y si el mayor sacrificio no fuera morir, sino vivir con el peso de una culpa infinita?, ¿y si Dios hubiera elegido no el camino del héroe glorioso, sino el del traidor despreciado?
Este cuento, por lo tanto, no solo narra una teoría teológica extraña. Es una exploración de los límites del pensamiento humano, de la necesidad de buscar sentido en lo incomprensible y del precio que se paga por intentar desentrañar los misterios más profundos. Borges no pretende que creamos en la teoría de Runeberg, pero sí nos invita a considerar que lo que damos por cierto puede ser, en el fondo, una construcción más entre muchas otras posibles. En esa tensión entre la verdad, el error, la fe y la duda se mueve todo el relato. Y en esa tensión se encuentra también su poder.
