«El otro cielo«, cuento de Julio Cortázar, narra la vida de un hombre dividido entre su realidad en el Buenos Aires de los años 40 y un mundo fantástico en el París de finales del siglo XIX. Mientras en Buenos Aires lleva una vida rutinaria como corredor de bolsa, atrapado en una relación convencional con su novia Irma, en su imaginación se traslada a un París bohemio y decadente, donde mantiene una relación con Josiane, una prostituta, bajo la amenaza constante de un asesino llamado Laurent. A través de este contraste entre lo real y lo imaginario, el protagonista busca escapar de la monotonía, pero descubre que ambos mundos están llenos de frustración y peligro.
Advertencia
El resumen y análisis que ofrecemos a continuación es sólo una semblanza y una de las múltiples lecturas posibles que ofrece el texto. De ningún modo pretende sustituir la experiencia de leer la obra en su integridad.
Resumen del cuento El otro cielo de Julio Cortázar
«El otro cielo», de Julio Cortázar, narra la vida de un hombre atrapado entre dos realidades: la Buenos Aires de los años 40 y una fantasía recurrente ambientada en el París de finales del siglo XIX. El protagonista, un corredor de bolsa de vida monótona, vive en Buenos Aires con su madre, y mantiene una relación con Irma, una mujer que parece encarnar la vida convencional y las expectativas sociales de su entorno. Sin embargo, su existencia en Buenos Aires lo deja insatisfecho, y busca escapar de ella de manera constante.
Este deseo de evasión se manifiesta en sus paseos por el Pasaje Güemes, un lugar cargado de recuerdos de su juventud. En esos momentos, el protagonista se transporta a París, a un mundo paralelo de galerías cubiertas, calles oscuras y cafés llenos de misterio. Este París de finales del siglo XIX es el escenario de su vida secreta, donde mantiene una relación con Josiane, una prostituta que trabaja y vive en una bohardilla en la Galerie Vivienne. A través de estos saltos entre dos ciudades y épocas, el protagonista vive dos vidas, una marcada por la rutina y la seguridad de Buenos Aires, y otra, por el peligro y la excitación de un París envuelto en una atmósfera decadente.
En París, el protagonista se encuentra envuelto en un ambiente inquietante debido a la amenaza constante de un asesino llamado Laurent, que estrangula a mujeres en los barrios que él frecuenta con Josiane. A medida que el terror se extiende, Josiane vive en constante miedo, y su relación con el protagonista se desarrolla bajo la sombra de esta amenaza. A pesar de la tensión y el peligro que rodean a París, el protagonista se siente atraído por la libertad y la pasión que le ofrece este mundo en contraste con la previsibilidad de su vida en Buenos Aires.
Sin embargo, su vida en Buenos Aires sigue llamándolo de vuelta. La presión de su trabajo en la Bolsa, las obligaciones familiares y la inminencia de su matrimonio con Irma lo obligan a regresar constantemente a la realidad. A pesar de que Irma es cariñosa y generosa, su relación con ella está desprovista de la emoción que encuentra en su vida parisina con Josiane. El protagonista, atrapado entre estos dos mundos, nunca se siente plenamente satisfecho en ninguno de ellos.
Con el tiempo, la situación en París se vuelve más peligrosa, ya que Laurent continúa matando y su presencia se vuelve insoportable para los habitantes del barrio. Josiane, aterrada por la posibilidad de ser la próxima víctima, busca consuelo en el protagonista, pero incluso su relación comienza a perder el encanto de sus inicios. La obsesión del protagonista por Laurent crece, y en un café, llega a confundir a un joven sudamericano con el propio asesino, una idea que se disuelve rápidamente, pero que revela la creciente paranoia en la que vive.
El clímax del relato llega cuando Laurent es finalmente capturado y ejecutado. La noticia de su muerte trae una aparente liberación para los habitantes del barrio, y por un breve tiempo, el protagonista experimenta una sensación de alivio y libertad. Sin embargo, esta sensación no dura. A pesar de la caída de Laurent, el protagonista no encuentra la satisfacción que había imaginado. Su relación con Josiane comienza a desvanecerse, y la magia del mundo parisino pierde su atractivo. El protagonista regresa a Buenos Aires, pero lo hace con una creciente sensación de fracaso e incapacidad para reconciliar sus deseos con la realidad.
Al final del relato, el protagonista está casado con Irma y vive una vida convencional, aunque marcada por la añoranza de lo que alguna vez fue su escape hacia París. En el presente, parece haberse resignado a su destino, pero la nostalgia por su «otro cielo» persiste. Incluso después de la muerte de Laurent y la caída de sus fantasías, el protagonista sigue soñando con la posibilidad de volver a las galerías cubiertas, a ese espacio donde lo real y lo imaginario se entrelazan, aunque ahora parece saber que ese mundo nunca fue completamente suyo.
«El otro cielo» cierra con la imagen de un hombre que ha renunciado, al menos en apariencia, a su búsqueda de evasión, pero que sigue prisionero de sus recuerdos y de la ilusión de que, en algún momento, podría regresar a ese París que simboliza la libertad que nunca alcanzó.
Análisis literario del cuento El otro cielo de Julio Cortázar
Personajes del cuento El otro cielo
El protagonista-narrador es una figura escindida entre dos mundos. En Buenos Aires, es un corredor de bolsa que representa el arquetipo del hijo de buena familia, sometido a las expectativas sociales y familiares. Su trabajo en la Bolsa, su noviazgo con Irma y su relación con su madre lo insertan en una vida convencional que lo asfixia. Sin embargo, bajo esta fachada de respetabilidad, existe otra faceta de su personalidad que emerge en los pasajes parisinos, donde se transforma en un flâneur que busca una libertad que su vida cotidiana le niega. Esta dualidad no se resuelve en una confrontación, sino que convive en él como dos realidades paralelas, hasta que finalmente la presión social termina imponiéndose.
Josiane emerge como el personaje femenino central del mundo parisino. Como prostituta de la Galerie Vivienne, representa todo lo que está ausente en el mundo ordenado de Buenos Aires: la libertad sexual, la transgresión de las normas sociales, la vida bohemia. Su relación con el protagonista trasciende lo meramente carnal para convertirse en una verdadera amistad, marcada por la complicidad y el afecto genuino. A través de ella, el narrador accede a un mundo de autenticidad que contrasta con la artificialidad de su vida cotidiana.
Irma, la novia del protagonista, funciona como el contrapunto directo de Josiane. Representa el mundo de las convenciones sociales, la respetabilidad burguesa y las expectativas familiares. Cortázar la describe como una «novia araña», sugiriendo su papel en la red de obligaciones sociales que terminará atrapando al protagonista. Su presencia en el relato es más simbólica que activa, pero su influencia en la vida del narrador es determinante.
La madre del protagonista es un personaje secundario que representa el hogar y el deber familiar. Vive con su hijo en Buenos Aires y, aunque no aparece mucho en la historia, es una figura importante en la vida del protagonista, un recordatorio constante de las responsabilidades y las expectativas que tiene que cumplir. A través de ella, se refuerza la presión familiar y social que empuja al protagonista a seguir el camino convencional, lo que, en parte, alimenta su deseo de evasión hacia París. La madre simboliza el anclaje a la realidad, la tradición y las normas que el protagonista intenta, aunque en última instancia no logra, evadir.
El sudamericano es un personaje enigmático que aparece esporádicamente en el relato. Josiane y sus amigas lo mencionan en conversaciones y rumores, y aunque nunca se desarrolla completamente su identidad, es un reflejo del protagonista: un extranjero que habita las galerías de París y que parece estar atrapado en un mundo que no le pertenece del todo. Su presencia añade un toque de misterio, pero también refuerza la sensación de desconexión y alienación que el protagonista siente en su vida alterna en París. El sudamericano, al igual que el protagonista, parece vivir al margen, entre la vida de los habitantes locales y la de los fantasmas que rondan las galerías.
Laurent, el asesino serial, aunque nunca aparece directamente en escena, es una presencia constante que genera el «gran terror» en el barrio de las galerías. Su amenaza invisible contribuye a crear la atmósfera de tensión y misterio que permea el mundo parisino, y su eventual desenmascaramiento como Paul el marsellés coincide significativamente con el principio del fin de ese mundo alternativo.
Los personajes secundarios del mundo parisino -el patrón del café, Kikí, la Rousse, Albert- forman un coro que da vida y verosimilitud al ambiente de los pasajes. Sus conversaciones, sus relaciones y sus pequeños dramas cotidianos crean el tejido social en el que el protagonista encuentra su lugar alternativo.
¿En qué escenario se desarrolla la historia?
El relato se desarrolla en dos ciudades y dos tiempos diferentes que se entrelazan a través de las galerías comerciales: el Buenos Aires de los años 40 y el París de finales del siglo XIX. Las galerías cubiertas funcionan como espacios de transición entre estos dos mundos, permitiendo al protagonista moverse entre ambos de manera fluida y misteriosa.
En Buenos Aires, el Pasaje Güemes es el punto neurálgico que conecta los dos mundos. Este espacio representa para el protagonista desde su adolescencia un territorio de libertad y transgresión, con sus «claraboyas sucias» y su «noche artificial». El pasaje es descrito como un microcosmos que ignora «la estupidez del día y del sol ahí afuera», estableciéndose como un refugio de la vida cotidiana. La ciudad de Buenos Aires aparece como un espacio sofocante, marcado por el calor, las manifestaciones políticas, la rutina de la Bolsa y la vida familiar representada por la casa materna con su patio y sus plantas.
El París del relato se centra en el distrito financiero y sus galerías cubiertas, especialmente la Galerie Vivienne, que se convierte en el escenario principal de las aventuras del protagonista. Este espacio se caracteriza por su arquitectura particular: techos de vidrio, estucos decorativos, figuras alegóricas y guirnaldas, creando un ambiente que el narrador describe como «otro cielo». Las galerías parisinas forman un laberinto de pasajes interconectados: la Galerie Colbert, el Passage des Panoramas, el Passage des Princes, la Galerie Sainte-Foy y los Passages du Caire, entre otros.
El ambiente nocturno del barrio parisino está poblado por cafés, especialmente el de la rue des Jeuneurs, que funciona como punto de encuentro de los personajes. Las calles adyacentes —rue d’Uzès, rue Beauregard, rue d’Aboukir— conforman un territorio donde se mezclan el comercio diurno y la vida nocturna, el lujo de las tiendas y la sordidez de los hoteles de citas. La bohardilla de Josiane, ubicada en los altos de la Galerie Vivienne, representa un espacio íntimo dentro de este mundo alternativo.
El contraste entre los dos mundos se acentúa a través de las condiciones climáticas: mientras Buenos Aires aparece sofocante, con su «asfalto blando» y el calor que empapa las camisas del protagonista, el París del relato está sumido en un perpetuo invierno, con nieve y cellisca, creando una atmósfera que contribuye al ambiente misterioso y amenazante del «gran terror» provocado por Laurent.
Un escenario particularmente significativo es la plaza de la Roquette, donde se desarrolla la escena de la ejecución pública. Este espacio, descrito con detalle en su ambiente nocturno y su multitud expectante, marca un punto de inflexión en la narrativa, simbolizando el principio del fin del mundo alternativo del protagonista.
La construcción de estos escenarios va más allá de la mera descripción física: Cortázar crea espacios simbólicos que representan estados mentales y emocionales. Las galerías cubiertas, con su ambiente artificial y atemporal, simbolizan un espacio de libertad y transgresión, mientras que las calles abiertas y los espacios familiares representan el mundo de las convenciones sociales y las obligaciones. Esta dualidad espacial refleja la escisión interior del protagonista y su búsqueda de un escape de la realidad cotidiana.
La minuciosa construcción de estos escenarios, con sus detalles arquitectónicos, sus olores, sus juegos de luz y sombra, contribuye a crear una atmósfera que oscila entre lo real y lo onírico, reforzando la ambigüedad fundamental del relato.
¿Quién narra la historia?
El cuento está narrado en primera persona por su protagonista, quien relata su propia historia desde una perspectiva autobiográfica. Este narrador-protagonista posee una cualidad especial: es capaz de moverse entre dos tiempos y espacios diferentes, lo que le otorga una perspectiva única y dual. Su voz narrativa fluctúa entre el presente de la narración (el Buenos Aires de los años 40) y el pasado evocado (el París de finales del siglo XIX), creando una tensión constante entre estos dos mundos.
La narración se caracteriza por su naturaleza reflexiva y retrospectiva. El narrador cuenta su historia desde un presente en el que ya ha perdido el acceso a su «otro cielo», lo que tiñe su relato de nostalgia y melancolía. Esta perspectiva temporal le permite evaluar y comentar los acontecimientos pasados, añadiendo capas de significado a través de sus reflexiones y observaciones posteriores. Por ejemplo, cuando describe sus primeras visitas al Pasaje Güemes en su adolescencia, lo hace con una mezcla de ironía y ternura que solo es posible desde la distancia temporal.
Un aspecto notable de este narrador es su capacidad para transmitir la ambigüedad entre lo real y lo fantástico. No intenta explicar o racionalizar su capacidad para transitar entre dos épocas y lugares diferentes, sino que presenta esta situación extraordinaria como algo natural, contribuyendo así a la atmósfera de realismo mágico que permea el relato. Su voz mantiene un tono de naturalidad que hace que lo imposible parezca posible y cotidiano.
El narrador también se caracteriza por su honestidad emocional. No oculta sus contradicciones ni sus debilidades, reconociendo abiertamente su incapacidad para reconciliar sus dos vidas y su eventual rendición ante las presiones sociales. Esta sinceridad le otorga credibilidad y profundidad psicológica al personaje, permitiendo al lector comprender y empatizar con sus dilemas internos.
La voz narrativa maneja con maestría los cambios entre los dos mundos, creando transiciones fluidas que reflejan la naturaleza porosa de las fronteras entre ambas realidades. El narrador puede pasar de describir una reunión familiar en Buenos Aires a una escena en los pasajes parisinos sin marcas textuales evidentes, replicando así en la estructura narrativa la naturaleza dual de su experiencia.
A través de esta voz narrativa, Cortázar logra crear un relato que explora la complejidad de la experiencia humana, donde lo real y lo fantástico, lo cotidiano y lo extraordinario, se entrelazan de manera inextricable. El narrador se convierte así en un guía que nos lleva por estos dos mundos, permitiéndonos experimentar junto con él la fascinación y la tragedia de su doble vida.
¿Qué temas desarrolla la historia?
La dualidad y la búsqueda de una identidad auténtica constituyen el núcleo temático central del relato. Cortázar explora la división interna del ser humano a través de un protagonista que vive literalmente en dos mundos diferentes. Esta dualidad no es simplemente espacial o temporal, sino que representa la escisión fundamental entre la vida que la sociedad nos impone y la vida que deseamos vivir. El protagonista se debate entre su existencia burguesa en Buenos Aires, con sus obligaciones familiares y profesionales, y su vida alternativa en el París decimonónico, donde puede ser quien verdaderamente desea ser. Esta tensión entre el yo social y el yo auténtico se mantiene a lo largo de todo el relato hasta su resolución final, donde el protagonista termina cediendo a las presiones sociales.
La libertad y las convenciones sociales forman otro eje temático fundamental. El relato explora cómo las estructuras sociales y las expectativas familiares actúan como fuerzas constrictivas que limitan la libertad individual. El trabajo en la Bolsa, el noviazgo con Irma, la vigilancia materna, representan las ataduras sociales que el protagonista intenta eludir a través de sus escapadas al «otro cielo». Las galerías parisinas, con su ambiente bohemio y transgresor, simbolizan un espacio de libertad donde las convenciones sociales pierden su poder. Sin embargo, el relato muestra cómo esta libertad es finalmente ilusoria o temporal, ya que las presiones sociales terminan imponiéndose.
El tiempo y la memoria emergen como temas cruciales en la narrativa. Cortázar juega con la temporalidad de una manera compleja, no solo a través de los saltos entre dos épocas históricas diferentes, sino también en la forma en que el tiempo subjetivo se experimenta en cada uno de estos mundos. En las galerías parisinas, el tiempo parece suspendido, creando un presente eterno que contrasta con la linealidad temporal de la vida en Buenos Aires. La memoria juega un papel fundamental en la construcción de esta temporalidad dual, actuando como puente entre los dos mundos y como depositaria de una felicidad que se va desvaneciendo.
El deseo y la transgresión. El protagonista busca en el mundo parisino una forma de satisfacción que va más allá de lo meramente sexual. Su relación con Josiane, aunque comienza como un encuentro carnal, evoluciona hacia una forma de intimidad más profunda que contrasta con la superficialidad de su relación con Irma. La transgresión no se limita al ámbito sexual, sino que abarca una forma más amplia de rebeldía contra las normas sociales establecidas.
La violencia y la muerte aparecen como temas recurrentes que atraviesan ambos mundos. En el París del relato, la amenaza de Laurent y la ejecución pública en la guillotina representan una violencia explícita que contrasta con la violencia sutil de las presiones sociales en Buenos Aires. La muerte del sudamericano marca un punto de inflexión en el relato, simbolizando el fin de la posibilidad de escape que representaba el «otro cielo».
El conflicto entre realidad y fantasía. El relato juega constantemente con los límites entre lo real y lo imaginario, creando una ambigüedad que nunca se resuelve completamente. Los pasajes entre los dos mundos, que podrían ser reales o imaginarios, simbolizan la tensión entre la realidad cotidiana y los sueños o deseos más profundos del ser humano.
La soledad y la búsqueda de conexión humana. A pesar de estar rodeado de personas en ambos mundos, el protagonista experimenta una profunda soledad existencial. Su búsqueda de conexión auténtica lo lleva a los pasajes parisinos, donde encuentra en Josiane y en la comunidad del café una forma de intimidad que no puede alcanzar en su vida cotidiana.
Finalmente, el tema de la resignación y la pérdida impregna todo el relato. La eventual rendición del protagonista ante las presiones sociales, simbolizada por su matrimonio con Irma, representa la victoria de las convenciones sobre los deseos individuales. Sin embargo, esta resignación no es completa, ya que persiste en él una esperanza, aunque cada vez más débil, de poder regresar algún día a su «otro cielo».
¿Qué estilo de escritura emplea el autor?
Julio Cortázar emplea en «El otro cielo» un estilo que combina lo fantástico con lo cotidiano, una de las características más distintivas de su obra. El autor usa una escritura fluida y envolvente, donde lo real y lo imaginario se entremezclan sin una transición clara, creando una atmósfera en la que los límites entre ambos mundos son difusos. Esta ambigüedad es una técnica esencial en la narrativa de Cortázar, que deja al lector en un constante estado de incertidumbre sobre lo que es real y lo que es fantasía, y esto es clave para la estructura del cuento.
Una de las técnicas más notables en el cuento es el uso del monólogo interior. Al ser una narración en primera persona, el lector se adentra en la mente del protagonista y sigue de cerca sus pensamientos, reflexiones y deseos. Esta técnica no solo ayuda a crear una conexión íntima con el personaje, sino que también refleja su estado mental fragmentado. Los pensamientos del protagonista fluyen sin restricciones, saltando entre el presente, el pasado, y sus proyecciones fantásticas. Cortázar utiliza esta técnica para romper la linealidad temporal, lo que refuerza el carácter onírico de la historia y la percepción de que los mundos de Buenos Aires y París coexisten en la mente del protagonista.
Otro recurso clave es el manejo de la temporalidad no lineal, una técnica que Cortázar domina a la perfección. El relato alterna entre dos épocas y lugares sin un orden cronológico claro. Las experiencias del protagonista en Buenos Aires y en París se entrelazan, a veces en una misma oración, lo que provoca que el lector tenga la sensación de que el tiempo no sigue un curso lógico, sino que está fragmentado y superpuesto. Este tratamiento del tiempo, junto con la mezcla de realidad y fantasía, enfatiza la desorientación del protagonista y su incapacidad para distinguir entre lo que está viviendo y lo que está imaginando. Cortázar convierte el tiempo en un elemento flexible que refleja la crisis interna del personaje, para quien los recuerdos y las fantasías tienen tanta fuerza como los eventos reales.
El uso del espacio es también una técnica relevante en la historia. Tanto el Pasaje Güemes en Buenos Aires como la Galerie Vivienne en París son escenarios cerrados y laberínticos, que funcionan como metáforas del estado emocional del protagonista. Estos espacios son símbolos de su evasión y su deseo de huir de la realidad, pero también de su encierro psicológico. El estilo descriptivo de Cortázar convierte a estos pasajes en personajes por derecho propio, con sus luces de gas, sus techos de vidrio sucios y sus esquinas sombrías. Son lugares que parecen ofrecer refugio, pero que a la vez son opresivos y atrapantes. La elección de estos espacios crea una atmósfera de ensueño, donde el protagonista puede transitar de un mundo a otro, pero nunca con una verdadera sensación de libertad.
Cortázar también emplea la elipsis y la omisión de explicaciones directas, lo que exige la participación activa del lector. El narrador nunca aclara de manera explícita cómo el protagonista transita entre Buenos Aires y París, ni si estos viajes son reales o fruto de su imaginación. Esta ambigüedad intencionada obliga al lector a interpretar la historia a través de las pistas que Cortázar deja a lo largo del relato, sin nunca entregar respuestas definitivas. Esta técnica de elusión es típica en la obra del autor, quien prefiere abrir preguntas más que ofrecer soluciones. En «El otro cielo», esta falta de claridad acerca de lo que es real refuerza la idea de que la evasión del protagonista es una construcción mental, un escape que nunca puede ser completo.
El uso de un lenguaje sensorial es otro recurso fundamental en el estilo de Cortázar. Las descripciones detalladas de los pasajes, los olores, las luces y los sonidos crean una atmósfera rica en sensaciones que sumergen al lector en los espacios que habitan el protagonista. La escritura es visual, táctil y evocadora, permitiendo que el lector experimente los lugares de la misma manera que lo hace el personaje. Este lenguaje sensorial refuerza la sensación de irrealidad que impregna el relato, ya que los espacios están llenos de detalles pero, al mismo tiempo, resultan distantes, como si fueran parte de un sueño o una memoria difusa.
Por último, Cortázar usa la ironía de manera sutil pero efectiva. El protagonista parece consciente de las contradicciones en su vida, de su incapacidad para encontrar satisfacción en Buenos Aires o en París, y a menudo se muestra irónico consigo mismo. Esta ironía no es burlesca, sino melancólica, lo que le da al relato un tono introspectivo. El protagonista reflexiona sobre su vida, sus deseos de escape y sus frustraciones, y a través de este tono irónico, Cortázar añade profundidad a su personaje, que es incapaz de tomarse a sí mismo demasiado en serio, pero tampoco puede ignorar la gravedad de su insatisfacción.
Conclusiones y comentario general sobre El otro cielo de Julio Cortázar
«El otro cielo» es un cuento que, en su complejidad, revela la maestría de Julio Cortázar para explorar los rincones más profundos de la psique humana y los conflictos internos que enfrentan sus personajes. A través de la historia de un protagonista dividido entre dos mundos —uno real y otro fantástico—, Cortázar nos confronta con las tensiones universales entre el deseo de evasión y la inevitabilidad de la realidad. La estructura fragmentada y el manejo ambiguo del tiempo y el espacio refuerzan la sensación de que, aunque buscamos escapar de nuestras circunstancias, siempre llevamos nuestras inquietudes y frustraciones con nosotros, sin importar dónde o cómo intentemos huir.
Lo que hace de este cuento una obra destacable es la manera en que Cortázar evita las respuestas fáciles o las explicaciones claras. La historia no busca resolver el dilema del protagonista, sino más bien mostrarlo como un reflejo de la condición humana: siempre en búsqueda de algo más allá de lo tangible, y siempre enfrentando la frustración de que ese «otro cielo» está fuera de nuestro alcance. El contraste entre Buenos Aires y París no solo es geográfico o temporal, sino también emocional y existencial. Cortázar construye dos escenarios que, aunque opuestos, son igualmente opresivos para el protagonista, demostrando que el escape total es imposible porque la insatisfacción interna no depende únicamente del entorno.
La relación entre el protagonista y los personajes femeninos, Irma y Josiane, añade una dimensión más a su conflicto. Mientras Irma representa la estabilidad que promete pero no satisface, Josiane encarna el deseo y la libertad que, al final, también se ven socavados por el miedo y la inseguridad. Estas figuras femeninas no son solo personajes secundarios, sino símbolos de los dos caminos posibles que el protagonista tiene ante sí, ambos incompletos y limitantes.
En términos estilísticos, Cortázar utiliza su característica fusión entre lo fantástico y lo cotidiano para crear un relato que invita a la interpretación y a la reflexión constante. La ambigüedad con la que maneja la transición entre Buenos Aires y París, junto con la falta de una resolución definitiva, refuerza el poder sugestivo del cuento. Es esta misma ambigüedad la que lo convierte en una obra rica, que resiste una interpretación única y que sigue ofreciendo múltiples capas de lectura.
«El otro cielo» no es solo una historia sobre un hombre dividido entre dos mundos; es una reflexión sobre el deseo humano de trascender los límites de la realidad, la inercia de la vida diaria, y la dificultad de encontrar una salida verdadera a la insatisfacción interna. A través de un estilo que mezcla la evocación sensorial con la introspección filosófica, Cortázar nos invita a explorar los laberintos internos del protagonista y, por extensión, los nuestros propios.