Resumen del argumento: En el año 2008, en Estados Unidos, las elecciones presidenciales ya no se realizan mediante el voto popular, sino que una supercomputadora llamada Multivac elige a un solo ciudadano representativo para determinar el resultado de todos los comicios. Ese año, el seleccionado es Norman Muller, un hombre común que vive en Bloomington, Indiana, con su familia. Tras recibir la visita de un agente del Gobierno que le comunica oficialmente su designación como Votante del Año, Norman es aislado, custodiado y llevado a una instalación conectada con Multivac, donde responde a una serie de preguntas aparentemente triviales mientras se registran sus reacciones fisiológicas. Una vez finalizado el proceso, es liberado sin conocer el resultado de la elección. Aunque al principio se muestra ansioso y reticente, al final se siente orgulloso por haber sido el instrumento mediante el cual se ejerció el «voto» nacional en una democracia completamente tecnificada.

Advertencia
El resumen y análisis que ofrecemos a continuación es sólo una semblanza y una de las múltiples lecturas posibles que ofrece el texto. De ningún modo pretende sustituir la experiencia de leer la obra en su integridad.
Resumen de Democracia electrónica de Isaac Asimov
Publicado originalmente en la revista If en agosto de 1955, Democracia electrónica (Franchise) es un cuento de ciencia ficción de Isaac Asimov que transcurre en un futuro donde la democracia estadounidense ha sido profundamente transformada por la tecnología. La historia se sitúa en el año 2008 y plantea un escenario en el que la elección presidencial ya no se realiza mediante el sufragio masivo de la población, sino a través de la intervención de una supercomputadora llamada Multivac, la cual selecciona a un único individuo para representar al conjunto del electorado nacional. El elegido de ese año es Norman Muller, un ciudadano común, tímido y rutinario, cuya vida da un giro inesperado cuando se convierte en el centro de un proceso electoral que ya no requiere millones de votos, sino una sola «respuesta representativa».
Norman vive en Bloomington, Indiana, con su esposa Sarah, su hija Linda y su suegro Matthew. La historia comienza la mañana del Día de las Elecciones, cuando Norman se despierta sobresaltado por el bullicio de la calle, llena de policías y vehículos oficiales. Su hija lo alerta de que algo inusual está ocurriendo. Desde los primeros párrafos se percibe su incomodidad: algo lo atormenta, y rápidamente descubrimos que él es el único votante elegido por Multivac para representar a toda la nación en las elecciones presidenciales.
El relato reconstruye, con múltiples saltos temporales, cómo se llegó a este momento. Un mes antes, los medios especulaban sobre cuál sería el estado elegido para representar al país ese año, ya que la decisión de Multivac se realiza progresivamente, reduciendo la selección de estado, luego de condado, ciudad, hasta encontrar al individuo más «representativo». Cuando los rumores apuntan a Indiana, la esposa de Norman se ilusiona con la posibilidad de que él sea el seleccionado. Norman, sin embargo, rechaza esa idea, considerándola absurda: no se cree especial ni está interesado en la política. Pero su entorno, especialmente Sarah, fantasea con la fama y las oportunidades que esto podría traer.
El proceso culmina cuando un agente del gobierno, Phil Handley, llega a la casa de los Muller y le informa a Norman, de manera oficial, que ha sido elegido como el votante único de ese año. Norman queda en shock. A partir de ese momento, su vida cambia por completo. No puede salir de casa, la familia es monitoreada, se le prohíbe recibir llamadas o ver televisión, y Handley se instala con ellos. Las medidas de seguridad aumentan a medida que se acerca el día de la votación. Mientras tanto, Norman es sometido a un proceso de adaptación psicológica para que, al momento de enfrentar a Multivac, se encuentre en un estado de ánimo lo más normal posible.
Durante una conversación con el agente Handley, Norman le expresa su angustia y rechazo ante la idea de tener una responsabilidad tan grande. Aunque el agente intenta tranquilizarlo diciéndole que él solo es una pieza más del proceso, Norman teme las consecuencias de su participación. Recuerda el caso de otro votante, Humphrey MacComber, cuyo voto fue determinante para que un demagogo llegara a la presidencia, lo que convirtió a MacComber en símbolo y responsable de una administración desastrosa. Norman no quiere ser recordado de esa manera ni cargar con el peso de una elección nacional.
Su esposa, en cambio, insiste en que aproveche la oportunidad. Le recuerda que ser el Votante del Año es una puerta abierta a la fama, el ascenso profesional y los beneficios económicos. Sarah ve en esta situación una forma de mejorar la vida de la familia. Norman, presionado, resignado y abrumado, accede.
Finalmente, el 4 de noviembre de 2008, Día de las Elecciones, Norman es llevado en un vehículo blindado, escoltado por el Gobierno, hasta un hospital local que alberga una terminal secreta de Multivac. Aunque esperaba ver la enorme computadora, se le informa que está ubicada en un sitio remoto y secreto, pero que el lugar donde se encuentra está conectado directamente a ella.
Norman es recibido por el equipo técnico encabezado por John Paulson, quien le explica el procedimiento. No se trata de una simple entrevista: Norman deberá responder preguntas que aparentemente no tienen relación directa con la política —como su opinión sobre la recolección de basura o el precio de los huevos— mientras se monitorean sus constantes fisiológicas. A través de sus respuestas y reacciones emocionales, Multivac analizará sus actitudes y proyectará los resultados de todas las elecciones del país.
El proceso es largo y agotador. Dura tres horas, durante las cuales Norman se siente desorientado y extenuado. Sin embargo, una vez finalizado, se le informa que ha concluido su labor y que será escoltado de regreso a su casa. Se le hace firmar un acuerdo de confidencialidad para no divulgar ninguna información sobre el procedimiento ni las preguntas que le fueron formuladas. Aunque intenta preguntar quién ha sido elegido presidente, Paulson le responde que esa información solo se dará a conocer en la transmisión oficial, y que ni siquiera él está autorizado a saberlo.
En la última escena, Norman se encuentra en una sala de descanso. Allí, reflexiona sobre lo que ha vivido. Poco a poco, la tensión inicial da paso a un sentimiento de orgullo. Comienza a imaginar las consecuencias de su papel: los reconocimientos, las entrevistas, el nombre de su elección inscrito en los libros de historia como «La Elección Muller». Aunque en un principio no quería asumir el rol, ahora se siente identificado con él. Se ve como un símbolo de la democracia electrónica, un representante genuino del pueblo americano.
Personajes de Democracia electrónica de Isaac Asimov
Norman Muller es el protagonista del relato. Se trata de un hombre común, un empleado de una tienda departamental en Bloomington, Indiana, que lleva una vida tranquila y sin sobresaltos. Su carácter es claramente pasivo: es reservado, inseguro, y no aspira a nada más que mantener la estabilidad de su entorno familiar. La noticia de haber sido elegido como único votante nacional lo sume en una profunda ansiedad. Su reacción inicial no es de orgullo, sino de miedo, duda y rechazo. No se siente a la altura del rol que le asignan, y la presión lo abruma. Sin embargo, al final del cuento, se observa un giro: cuando todo ha terminado y ha cumplido su función ante Multivac, Norman experimenta un repentino sentido de orgullo. Se siente honrado, casi heroico, al haber sido «el pueblo» por un día.
Sarah Muller, su esposa, funciona como un contrapunto emocional y pragmático frente a la pasividad de Norman. Es enérgica, ambiciosa y está llena de expectativas respecto del impacto que la elección tendrá en sus vidas. Desde el principio del cuento, cuando solo hay rumores de que Indiana será el estado elegido, Sarah se ilusiona con la posibilidad de que su marido sea el votante. Más adelante, cuando la elección se confirma, es ella quien intenta contener el pánico de Norman, convencerlo de que lo aproveche y presionarlo para que actúe con inteligencia. Ve en la situación una oportunidad para ascender socialmente, ganar visibilidad, obtener beneficios económicos y asegurarse un futuro más cómodo.
Matthew Hortenweiler, el suegro de Norman, es el personaje que aporta una mirada crítica al sistema instaurado por Multivac. Este hombre mayor, gruñón y nostálgico, encarna la voz de una generación que conoció otro tipo de democracia, en la que todos los ciudadanos acudían a las urnas. Su relato a la pequeña Linda sobre cómo se votaba antes resalta la pérdida de participación ciudadana. Rechaza la idea de que una máquina decida por todos, aunque reconoce que el sistema ha cambiado y no hay vuelta atrás.
Linda, la hija de Norman y Sarah, representa la inocencia y la curiosidad infantil. Sus preguntas ingenuas funcionan como catalizadores del diálogo entre los adultos, quienes a menudo evaden responderle con claridad.
El agente Phil Handley, enviado del Gobierno para custodiar y preparar a Norman para su encuentro con Multivac, cumple una función técnica pero clave. Representa al Estado, a la autoridad silenciosa pero omnipresente que organiza, regula y vigila todo el proceso. Aunque intenta mostrarse amable, cercano y comprensivo, su presencia nunca deja de ser la de un vigilante. A través de él se revela la rigidez del protocolo, el control sobre los ciudadanos, y la supresión de cualquier margen de espontaneidad.
Por último, John Paulson y los técnicos de Multivac, presentes durante la sesión de votación, refuerzan la dimensión técnica del sistema. Su trato con Norman es correcto, incluso cordial, pero están más interesados en la eficacia del procedimiento que en la experiencia subjetiva del votante. Son profesionales de una maquinaria que ha suplantado el juicio colectivo por cálculos algorítmicos. Paulson, en particular, encarna la figura del tecnócrata que domina un saber inaccesible para los demás y que no requiere del consentimiento del ciudadano, sino solo de su docilidad. Su manera de explicar el proceso subraya la despersonalización de la política y la subordinación de la voluntad humana a los datos.
Análisis de Democracia electrónica de Isaac Asimov
El cuento Democracia electrónica (Franchise), escrito por Isaac Asimov y publicado en 1955, propone una distopía electoral donde la tecnología ha reemplazado casi por completo el ejercicio democrático directo. Ambientado en el año 2008, el relato sitúa al lector en una sociedad donde ya no existen las votaciones masivas. En su lugar, una supercomputadora llamada Multivac determina el resultado de todas las elecciones a través del análisis de un solo individuo, elegido como el ciudadano «más representativo» de la población estadounidense. El cuento se desarrolla principalmente en Bloomington, Indiana, un entorno suburbano y doméstico que contrasta fuertemente con la dimensión nacional de la elección. El escenario central es la propia casa del protagonista, Norman Muller, y más adelante, una instalación hospitalaria donde se lleva a cabo el procedimiento electoral. Este contraste espacial entre lo íntimo y lo institucional acentúa el conflicto que subyace en toda la historia: el desajuste entre el individuo común y las estructuras impersonales del poder.
Narrado en tercera persona, el relato se enfoca casi exclusivamente en la perspectiva de Norman Muller, lo que permite al lector experimentar su ansiedad, desconcierto y progresiva transformación. Esta elección narrativa no solo humaniza la experiencia, sino que subraya el carácter pasivo del protagonista. A través de su mirada, la historia enfatiza la desproporción entre la magnitud del sistema que lo envuelve y su escasa capacidad para influir en él. Norman no decide participar; es elegido, aislado, interrogado, y finalmente descartado con la misma naturalidad burocrática con que fue seleccionado. Su rol, paradójicamente esencial y vacío a la vez, revela el tipo de ciudadanía que esta sociedad ha producido: simbólica, observada, y funcional, pero despojada de voluntad real.
En cuanto a los subgéneros que abarca el relato, Democracia electrónica se inscribe claramente dentro de la ciencia ficción social, con elementos de distopía política. Asimov no plantea un futuro de guerras ni catástrofes, sino una evolución aparentemente racional y eficiente del sistema democrático, llevada al extremo por la tecnología. El tono del cuento es sobrio, pausado, casi clínico, y evita el dramatismo habitual en las narraciones distópicas. La tensión no surge de una amenaza externa, sino del proceso frío e implacable que encarna Multivac. El ritmo narrativo es progresivo y deliberado: avanza desde la sospecha y los rumores hasta la imposición definitiva de una realidad que nadie cuestiona abiertamente, pero que muchos intuyen como inquietante.
Uno de los aspectos más destacables del cuento es la manera en que Asimov construye un mundo futurista sin caer en el exceso de tecnicismos ni en una dependencia visual de lo futurista. No se describe en detalle a Multivac, ni se intenta explicar su funcionamiento con precisión. Más bien, se lo presenta como una entidad distante, omnisciente, casi sagrada, cuya autoridad no se discute. Esta elección refuerza la idea central del relato: la tecnología ha asumido un lugar de poder incuestionable, y sus decisiones son aceptadas con una mezcla de fe, resignación y conveniencia. El misterio que rodea a Multivac no se debe a su complejidad técnica, sino al hermetismo con el que es manejado. Ni siquiera el votante tiene derecho a saber cómo o por qué ha sido elegido, ni qué significan sus respuestas.
Asimov también construye una crítica sutil al lenguaje político y mediático. A lo largo del cuento, se alude a cómo la prensa especula sin cesar, los analistas opinan sin fundamento real, y los ciudadanos se aferran a rumores en busca de algún sentido. Sin embargo, toda esta efervescencia se revela como una farsa, porque la elección ya no depende de la opinión colectiva, sino de un cálculo algorítmico. La política se vuelve espectáculo y, al mismo tiempo, pierde su dimensión participativa. La figura del Votante del Año, lejos de ser un acto de soberanía, es una ceremonia vacía cuya única función es legitimar un sistema completamente automatizado.
En cuanto a las técnicas narrativas, el cuento emplea un diálogo cotidiano, incluso banal, para explorar cuestiones profundas. A través de las conversaciones familiares entre Norman, su esposa y su suegro, se revelan los cambios que ha sufrido la democracia. Los personajes funcionan como voces generacionales que expresan distintas formas de relación con el poder: la nostalgia del suegro, la ambición de la esposa, la confusión de la hija, la pasividad del protagonista. Todos, sin embargo, coinciden en un punto: la impotencia frente a un sistema que ya no les pertenece. La construcción del relato evita el discurso grandilocuente; prefiere lo cotidiano, lo doméstico, lo aparentemente trivial, como vía para mostrar cómo los grandes procesos sociales afectan las vidas ordinarias.
Desde una perspectiva temática, el cuento aborda la tensión entre la representación y la participación. ¿Puede hablarse de democracia cuando solo una persona decide —o, mejor dicho, es utilizada para decidir— en nombre de todos? La historia plantea una paradoja inquietante: la máxima eficiencia del sistema se alcanza en el momento en que desaparece por completo la acción colectiva. En lugar de empoderar al ciudadano, el sistema lo convierte en una variable de cálculo. El voto ya no es un derecho ejercido, sino una simulación de la voluntad general a partir de un único sujeto. Así, Democracia electrónica no solo cuestiona el futuro de las elecciones, sino el sentido mismo de la representación política.
El final del cuento es particularmente revelador. Una vez que ha cumplido su rol, Norman pasa de sentirse abrumado a experimentar una extraña euforia. Comienza a imaginar su nombre inscrito en la historia, la fama que le espera, las oportunidades que vendrán. Esta transformación súbita no es necesariamente una liberación, sino una señal de que el sistema ha logrado su propósito: moldear la percepción del individuo hasta hacerlo sentir partícipe, cuando en realidad ha sido solo un instrumento. El orgullo de Norman, al final, no es una expresión de libertad, sino la aceptación resignada de su papel en una maquinaria que lo supera.
En definitiva, Democracia electrónica ofrece una mirada crítica sobre el futuro de la democracia en un mundo dominado por la lógica algorítmica. A través de una narración sobria y sin adornos, Asimov muestra cómo la participación ciudadana puede reducirse a una ficción organizada, en la que el individuo es seleccionado, procesado y descartado con una eficiencia implacable. Lejos de celebrar la tecnología, el cuento advierte sobre sus efectos cuando se convierte en la única autoridad legítima. No hay rebelión ni confrontación en esta historia, solo resignación, rutina y una sutil transformación de la conciencia. Y tal vez ahí reside su fuerza más inquietante: en mostrar cómo es posible aceptar con gratitud la pérdida de poder, mientras se cree estar ejerciéndolo.
