Mariana Enríquez: La casa de Adela. Resumen y análisis

En un suburbio de Buenos Aires, Clara recuerda su infancia y la misteriosa desaparición de su amiga Adela. Junto con su hermano Pablo, Clara se hace amiga de Adela, una niña nacida sin un brazo pero llena de confianza. Los tres se obsesionan con una casa abandonada del barrio, que parece tener propiedades sobrenaturales. Decididos a explorarla, entran una noche de verano, descubriendo un interior imposible y perturbador. Adela desaparece dentro de la casa, un evento que marca para siempre las vidas de Clara y Pablo. Años después, Clara sigue atormentada por los recuerdos, mientras la casa permanece como un enigma en el barrio, convertida en objeto de leyendas urbanas.

Mariana Enríquez - La casa de Adela. Resumen y análisis

Advertencia

El resumen y análisis que ofrecemos a continuación es sólo una semblanza y una de las múltiples lecturas posibles que ofrece el texto. De ningún modo pretende sustituir la experiencia de leer la obra en su integridad.

Resumen del cuento La casa de Adela de Mariana Enríquez

«La casa de Adela» es un inquietante relato de terror psicológico escrito por la autora argentina Mariana Enríquez. La historia se desarrolla en un suburbio de Buenos Aires y está narrada en primera persona por Clara, una mujer que rememora los eventos traumáticos de su infancia relacionados con su amiga Adela y una misteriosa casa abandonada.

La narradora comienza describiendo a Adela, una niña de su misma edad que nació sin un brazo. A pesar de su discapacidad, Adela es una niña segura de sí misma y popular en el barrio, en parte debido a su estatus socioeconómico superior y a los juguetes importados que posee. Clara y su hermano Pablo se hacen amigos de Adela, fascinados por su peculiaridad y su carácter fuerte.

Un día, la madre de Clara menciona casualmente su miedo a una casa abandonada del barrio. Esto despierta la curiosidad de Pablo, quien le cuenta a Adela sobre la casa. Los tres niños comienzan a obsesionarse con el lugar, especialmente Pablo y Adela. Empiezan a pasar tiempo sentados frente a la casa, observándola en silencio. Adela incluso afirma que la casa les «cuenta historias».

La obsesión de Pablo y Adela crece hasta que deciden entrar en la casa la última noche del verano. Convencen a Clara para que los acompañe. Al entrar, descubren que el interior de la casa está iluminado de forma extraña y parece más grande de lo que debería ser. Encuentran estantes llenos de uñas y dientes humanos, y una habitación que parece no tener fin.

En un momento de confusión y oscuridad, Adela desaparece tras una puerta que luego no pueden abrir. Pablo y Clara huyen de la casa y alertan a sus padres y a la policía. Sin embargo, cuando los adultos investigan la casa, afirman que está vacía y en ruinas, sin habitaciones ni puertas interiores.

Adela nunca es encontrada. El trauma del evento afecta profundamente a Pablo y Clara. Pablo intenta volver a la casa varias veces y finalmente se suicida a los 22 años. Clara, por su parte, sigue obsesionada con la casa y con el recuerdo de Adela, pero no se atreve a entrar nuevamente.

El relato termina con Clara observando la casa desde fuera, notando las pintadas que los niños del barrio han hecho sobre la desaparición de Adela y reflexionando sobre la posibilidad de que Adela aún «viva» dentro de la casa.

Análisis literario del cuento La casa de Adela de Mariana Enríquez

Personajes del cuento La casa de Adela

Clara, la narradora y protagonista, es una niña que se convierte en adulta a lo largo del relato. En su infancia, Clara se caracteriza por su cautela y su sensibilidad hacia lo sobrenatural. Es la única que parece percibir el verdadero peligro de la casa abandonada, expresando su miedo y reluctancia a entrar. A pesar de esto, sigue a su hermano y a Adela, movida por una mezcla de curiosidad y lealtad. Como adulta, Clara sigue atormentada por los eventos de su infancia, incapaz de superar el trauma y la pérdida. Su narración en primera persona permite al lector experimentar los eventos a través de su perspectiva, aumentando la tensión y el misterio de la historia.

Adela, la amiga que da título al cuento, es un personaje fascinante y complejo. Nacida sin un brazo, Adela desafía las expectativas y los estereotipos asociados con la discapacidad. Es descrita como segura de sí misma, valiente y, en cierto modo, manipuladora. Su condición física, lejos de ser una desventaja, parece otorgarle un aura de misterio y poder sobre los demás niños. Adela es quien desarrolla la conexión más fuerte con la casa abandonada, llegando a afirmar que puede escuchar sus historias. Su desaparición en la casa es el evento central que desencadena el resto de la trama, y su ausencia continúa influyendo en las vidas de Clara y Pablo mucho después de su desaparición.

Pablo, el hermano mayor de Clara, es el catalizador de muchos de los eventos del cuento. Es él quien primero se obsesiona con la casa y quien convence a Adela de entrar. Pablo se caracteriza por su curiosidad insaciable y su temeridad, rasgos que contrastan con la cautela de su hermana. Después de la desaparición de Adela, Pablo es consumido por la culpa y el trauma, lo que eventualmente lo lleva al suicidio. Su trágico destino subraya el impacto duradero y destructivo de los eventos sobrenaturales en la vida de los personajes.

Los padres de Clara y Pablo juegan un papel secundario pero significativo en la historia. Representan la perspectiva adulta y racional que se niega a creer en los elementos sobrenaturales del relato. Su incredulidad y su incapacidad para comprender o ayudar a sus hijos a procesar el trauma vivido añaden una capa adicional de aislamiento y desesperación a las experiencias de Clara y Pablo.

Los padres de Adela, especialmente su madre, también son personajes secundarios importantes. Su dolor y desesperación tras la desaparición de Adela añaden un elemento de realismo y gravedad a la historia, contrastando con los elementos sobrenaturales y reforzando el impacto emocional de la pérdida.

Finalmente, aunque no son personajes individuales, los niños del barrio que escriben grafitis sobre Adela en la casa abandonada representan cómo la historia de su desaparición se ha convertido en una leyenda urbana local. Sus acciones demuestran cómo el misterio y el horror de lo sucedido han permeado en la comunidad, perpetuando el recuerdo de Adela y el misterio de la casa.

¿En qué escenario se desarrolla la historia?

«La casa de Adela» se desarrolla principalmente en un barrio suburbano de Lanús, una localidad en el sur del Gran Buenos Aires, Argentina. El cuento presenta una imagen vívida de un vecindario de clase media-baja en transición, capturando la esencia de la vida suburbana argentina en dos momentos distintos: el pasado de la infancia de la narradora y el presente desde el cual narra la historia.

En el pasado, el barrio se describe como un lugar relativamente tranquilo y seguro, donde los niños pueden jugar en las calles hasta tarde en las noches de verano. Las casas son modestas, «cuadradas de cemento con jardines raquíticos», contrastando fuertemente con el chalet inglés de Adela, que se destaca como un símbolo de estatus y diferencia social. Esta disparidad en las viviendas subraya las diferencias socioeconómicas entre Adela y el resto de los niños del barrio.

El escenario principal y más significativo de la historia es la casa abandonada. Situada a media cuadra del supermercado local, esta casa se convierte en el foco de la obsesión de los niños y en el epicentro de los eventos sobrenaturales. La descripción de la casa evoluciona a lo largo del relato, reflejando la creciente tensión y el horror de la narrativa. Al principio, se presenta como una simple casa abandonada, objeto de rumores y especulaciones locales. Sin embargo, a medida que los niños se acercan y finalmente entran en ella, la casa revela características inquietantes y sobrenaturales.

El jardín de la casa abandonada es particularmente perturbador. Descrito como «muerto» y «seco», con un pasto amarillo y corto que parece «quemado» o «arrasado», el jardín establece un fuerte contraste con el entorno vivo del resto del barrio. Esta descripción del jardín como un espacio de muerte y sequía en medio de un barrio vivo contribuye a la sensación de que la casa existe en una especie de realidad alternativa o distorsionada.

El interior de la casa, cuando los niños finalmente entran, se revela como un espacio imposible y terrorífico. Parece más grande por dentro de lo que debería ser, con habitaciones que se extienden más allá de lo físicamente posible. La iluminación sobrenatural, descrita como similar a la luz del sol pero en medio de la noche, añade a la sensación de desorientación y horror. Los detalles macabros, como los estantes llenos de uñas y dientes humanos, transforman el interior de la casa en un espacio de pesadilla.

En el presente de la narración, el barrio ha cambiado. Se describe como más pobre y peligroso, un lugar donde los vecinos ya no se sienten seguros saliendo a la calle. Este cambio en el escenario refleja no solo el paso del tiempo y los cambios socioeconómicos, sino también cómo los eventos traumáticos del pasado han dejado una marca indeleble en el lugar y en la psique de la narradora.

La casa abandonada, en el presente, se ha convertido en un lugar de leyendas urbanas y grafitis, un recordatorio constante de la desaparición de Adela y del misterio no resuelto. Su presencia continua en el barrio sirve como un nexo entre el pasado y el presente, un monumento al horror y al trauma que continúa influyendo en la vida de la narradora y en la comunidad en general.

¿Quién narra la historia?

«La casa de Adela» está narrada en primera persona por Clara, la protagonista de la historia. Esta elección narrativa es fundamental para la construcción del ambiente de tensión y misterio que permea todo el relato. Clara es lo que en términos literarios se conoce como un narrador protagonista, ya que cuenta su propia historia y es parte central de los eventos que relata.

La narración de Clara tiene la particularidad de moverse entre dos tiempos distintos: el pasado de su infancia, cuando ocurrieron los eventos principales de la historia, y el presente desde el cual narra, ya como una mujer adulta. Esta dualidad temporal permite a la autora jugar con la percepción de los eventos, mezclando la inmediatez y la ingenuidad de la experiencia infantil con la reflexión y el trauma persistente de la edad adulta.

Como narradora, Clara es altamente subjetiva. Sus percepciones, emociones y pensamientos colorean todo el relato, permitiendo al lector sumergirse profundamente en su experiencia psicológica. Esta subjetividad es particularmente efectiva en la construcción del horror psicológico de la historia, ya que el lector experimenta los eventos a través del filtro de la creciente ansiedad y miedo de Clara.

Además, Clara puede considerarse como un narrador no del todo confiable. Su perspectiva infantil en los eventos del pasado está limitada por su comprensión incompleta de lo que está sucediendo. Por otro lado, su narración desde el presente está teñida por el trauma y posiblemente distorsionada por el paso del tiempo y la persistencia del miedo. Esta incertidumbre sobre la fiabilidad de la narración añade una capa adicional de misterio y ambigüedad a la historia, dejando al lector con la duda de qué partes del relato son «reales» y cuáles podrían ser producto del miedo o la imaginación de Clara.

La voz narrativa de Clara también sirve para crear un fuerte contraste entre la percepción infantil de los eventos sobrenaturales y la incredulidad de los adultos. A través de su narración, vemos cómo los niños son capaces de percibir y aceptar lo sobrenatural de una manera que los adultos no pueden o no quieren hacer. Este contraste es central para el tema del cuento sobre cómo el horror y el trauma de la infancia pueden persistir en la edad adulta.

Finalmente, el estilo narrativo de Clara es directo y visceral, especialmente en las escenas de mayor tensión. Sus descripciones vívidas y emocionales de la casa abandonada y de los eventos que allí ocurren sumergen al lector en la atmósfera de miedo y misterio. Al mismo tiempo, su voz adulta aporta un tono de melancolía y pérdida que permea todo el relato, reforzando los temas de trauma persistente y pérdida de la inocencia.

¿Qué temas desarrolla la historia?

En «La casa de Adela», Mariana Enríquez aborda una serie de temas que exploran las profundidades del miedo, la obsesión y las complejidades de la infancia, entre otros. A través de una atmósfera inquietante y una narrativa cargada de misterio, la autora teje temas que van más allá del simple horror, revelando elementos psicológicos y sociales que resuenan a lo largo del cuento.

Uno de los temas centrales es el miedo, específicamente el miedo infantil a lo desconocido, lo que no se puede comprender o explicar. El miedo en la historia no proviene tanto de elementos explícitos de terror, sino de una amenaza latente que se manifiesta a través de la casa abandonada. Desde el inicio, la casa es un lugar que no debería ser explorado, pero que, sin embargo, ejerce una atracción irresistible sobre los personajes. Este miedo se va intensificando a medida que Pablo y Adela se obsesionan con el lugar, y Clara, aunque reticente, también se ve arrastrada hacia la experiencia aterradora de la casa. El miedo en el cuento no es solo hacia lo sobrenatural, sino también hacia lo que no tiene explicación racional. Incluso después de los eventos traumáticos, la casa y la desaparición de Adela permanecen como enigmas sin resolver, lo que acentúa la sensación de horror psicológico.

Otro tema relevante es el de la obsesión. Tanto Pablo como Adela desarrollan una fijación profunda con la casa. Esta obsesión los consume de manera creciente, hasta el punto de que ya no son capaces de mantener una vida normal fuera de ese espacio. La casa se convierte en una especie de imán que los atrae de manera inexorable, lo que refleja cómo ciertos misterios o situaciones inexplicables pueden tomar el control de la mente humana. Adela, en particular, parece tener una relación especial con la casa, como si compartiera un vínculo secreto con ella, mientras que Pablo, aunque más escéptico al principio, acaba siendo igualmente absorbido por el misterio. Clara, aunque más temerosa, también es incapaz de desprenderse completamente de la influencia de la casa, como vemos en su vida adulta, cuando sigue obsesionada con lo que sucedió allí. Esta obsesión lleva a la destrucción de Pablo, quien no logra escapar del trauma que experimenta, culminando en su suicidio años después. Enríquez muestra cómo la obsesión por lo inexplicable puede tener efectos devastadores, afectando la mente y las emociones de quienes caen en su trampa.

El trauma es otro tema importante, especialmente el trauma infantil. La desaparición de Adela y la posterior muerte de Pablo dejan una cicatriz profunda en Clara, quien claramente nunca ha podido superar lo que ocurrió. Desde la infancia hasta la adultez, los personajes viven marcados por una experiencia que no pueden procesar completamente. Este trauma se manifiesta no solo en la manera en que recuerdan los eventos, sino también en sus conductas posteriores: Pablo, que nunca deja de soñar con Adela, finalmente sucumbe al peso de la experiencia, y Clara, a pesar de no haber sufrido un destino tan trágico, tampoco logra desprenderse del pasado. La casa, en este sentido, actúa como un símbolo del trauma, un lugar que sigue presente en sus vidas, aún cuando intentan dejarlo atrás.

La infancia misma es otro de los temas fundamentales. Mariana Enríquez presenta la infancia como una etapa en la que lo imaginario y lo real se mezclan de maneras inquietantes. Los niños en la historia experimentan el mundo de manera diferente a los adultos, con una curiosidad y fascinación por lo desconocido que los lleva a tomar decisiones peligrosas. Adela, en particular, encarna ese espíritu infantil de desafío y despreocupación frente al peligro. Sin embargo, a medida que los eventos se desarrollan, queda claro que los miedos y obsesiones de la infancia pueden tener repercusiones serias y duraderas. Enríquez explora cómo los niños, aunque más abiertos a lo sobrenatural y lo inexplicable, también son vulnerables al trauma y las experiencias que escapan a su comprensión.

Finalmente, el cuento también trata sobre el misterio y lo sobrenatural. La casa abandonada es el eje alrededor del cual giran las vidas de los personajes, y en ella se concentra lo inexplicable. La autora nunca ofrece una explicación clara sobre qué ocurre realmente en la casa, lo que mantiene una sensación de misterio constante. La desaparición de Adela, los extraños objetos encontrados dentro de la casa, y la experiencia que los protagonistas viven en su interior, todo se presenta como un enigma que no puede ser resuelto. Esta ambigüedad contribuye al carácter siniestro de la historia y refleja uno de los temas más importantes del cuento: la imposibilidad de comprender o controlar ciertos aspectos de la realidad. Lo sobrenatural en «La casa de Adela» no se manifiesta de manera obvia o directa, sino a través de insinuaciones y percepciones, lo que lo hace aún más perturbador.

¿Qué estilo de escritura emplea la autora?

Mariana Enríquez emplea en «La casa de Adela» un estilo caracterizado por su capacidad para mezclar lo cotidiano con lo macabro, utilizando una prosa fluida y accesible que contrasta con la oscuridad de los temas que aborda. El estilo de la autora se basa en una narración directa y envolvente, en la que los detalles cotidianos se ven perturbados por lo inexplicable y lo siniestro. A través de esta fusión, Enríquez logra sumergir al lector en un mundo familiar y al mismo tiempo extraño, donde lo terrorífico irrumpe en lo ordinario sin previo aviso.

Una de las principales técnicas que utiliza Enríquez es el realismo sucio, una estrategia que consiste en presentar el entorno y las situaciones de manera directa, sin adornos innecesarios, pero con un enfoque en los aspectos más oscuros de la realidad. En el cuento, los escenarios suburbanos de Lanús son descritos con sencillez, pero también con una crudeza que refleja el desencanto y la opacidad de los barrios periféricos. Las casas de cemento, los jardines descuidados y los ambientes monótonos sirven como telón de fondo para una historia en la que lo sobrenatural y lo perturbador emergen de manera sutil pero implacable. La autora no necesita recurrir a grandes descripciones para transmitir el deterioro o la pobreza del entorno; en cambio, permite que estos detalles se filtren de manera casi desapercibida en la narración, lo que refuerza la sensación de que el horror es parte de lo cotidiano.

Otra técnica clave en el estilo de Enríquez es la creación de una atmósfera de creciente tensión, lograda a través de la construcción de una sensación de amenaza constante. Desde el principio del cuento, la casa abandonada se percibe como un lugar peligroso, pero Enríquez no introduce este peligro de manera inmediata o explícita. En su lugar, utiliza descripciones mínimas, insinuaciones y pequeños detalles inquietantes que van preparando al lector para lo que está por venir. El uso del frío inexplicable en el jardín de la casa, el zumbido misterioso que los personajes perciben pero no entienden, y los objetos perturbadores como los dientes y las uñas, son todos ejemplos de cómo la autora acumula tensión sin necesidad de recurrir a sobresaltos. Esta técnica de sugerir en lugar de mostrar abiertamente es una de las marcas distintivas del estilo de Enríquez, y es lo que permite que el cuento mantenga su aura de misterio y miedo a lo largo de toda la narración.

Además, Enríquez emplea una técnica de narración en primera persona retrospectiva, lo que añade un componente emocional y psicológico al relato. Al presentar los eventos desde la perspectiva de una narradora adulta que recuerda su niñez, la autora crea una capa de distancia temporal que, sin embargo, no disminuye la intensidad de los sucesos. En lugar de presentar una narración cronológica objetiva, el uso de los recuerdos fragmentados y cargados de trauma de la narradora refuerza la incertidumbre y el carácter ambiguo de la historia. La técnica de la memoria no confiable es efectiva porque los lectores son conscientes de que lo que se está narrando no es necesariamente la verdad absoluta, sino una versión de los hechos condicionada por la subjetividad del personaje. Esta estrategia añade una dimensión psicológica que enriquece el cuento, ya que plantea la posibilidad de que lo que ocurrió en la casa es tan incomprensible que la propia narradora no puede confiar plenamente en sus recuerdos.

Otra técnica notable en la escritura de Enríquez es el uso de lo fantástico en un contexto realista, una característica frecuente en su obra. La casa de Adela es un ejemplo claro de esto: un escenario que podría ser perfectamente real y normal, pero que está cargado de elementos que pertenecen al ámbito de lo sobrenatural. Lo fantástico se cuela en lo cotidiano de manera gradual y casi imperceptible, hasta que lo extraño y lo aterrador se hacen ineludibles. Esta mezcla de géneros es típica del estilo de Enríquez, quien evita los clichés del horror tradicional y en su lugar opta por un enfoque más sutil y psicológico. La casa no se presenta como una entidad abiertamente maligna desde el principio, sino que su poder sobre los personajes se manifiesta lentamente, lo que aumenta el impacto del miedo en los lectores.

En cuanto al lenguaje, Enríquez utiliza un estilo sencillo pero efectivo, con una prosa que fluye sin esfuerzo y que mantiene al lector atrapado en la narración. A pesar de la sencillez aparente de su lenguaje, hay una gran precisión en cómo selecciona los detalles que revelan tanto el entorno físico como los estados emocionales de los personajes. La autora evita el uso de lenguaje técnico o barroco, lo que facilita la inmersión en la historia, pero a la vez se asegura de que cada palabra contribuya a la construcción del ambiente inquietante que envuelve al cuento. Esta economía de lenguaje es una de las fortalezas de su estilo, ya que permite que el horror emerja de manera natural, sin necesidad de forzar las situaciones.

Finalmente, un recurso que Enríquez utiliza de manera brillante es el uso del silencio y la omisión. Muchas de las respuestas que los personajes y el lector buscan nunca se revelan por completo. La casa, los eventos que suceden en ella y el destino de Adela permanecen envueltos en el misterio. Esta omisión intencionada, que deja ciertos aspectos abiertos a la interpretación, es una técnica que refuerza el carácter perturbador del cuento. Al no ofrecer explicaciones claras, la autora deja que el miedo resida en lo desconocido, lo que aumenta la sensación de desasosiego tanto en los personajes como en el lector.

Conclusiones y comentario general sobre La casa de Adela de Mariana Enríquez

«La casa de Adela» es un cuento que destaca por su capacidad para combinar la sutileza del terror psicológico con una narrativa profundamente anclada en lo cotidiano. Mariana Enríquez nos introduce a un mundo donde los límites entre la realidad y lo sobrenatural se desdibujan, y lo hace con una destreza que va más allá de los convencionalismos del género de terror. La historia de Adela, Pablo y Clara no es solo la de una casa misteriosa que atrapa y devora, sino también un retrato de cómo la infancia y el trauma se entrelazan para formar experiencias que persiguen a los personajes, y a los lectores, mucho después de que la historia concluye.

Uno de los aspectos más interesantes del cuento es su exploración de la obsesión y el miedo como fuerzas que no solo afectan a los personajes en el presente, sino que también los marcan de por vida. La narradora adulta sigue lidiando con las consecuencias emocionales de su niñez, incapaz de liberarse del enigma y el horror que rodearon la desaparición de Adela. La casa, en este sentido, no es simplemente un lugar físico, sino un símbolo del trauma no resuelto, de los misterios que no tienen respuestas claras y que, por ello, continúan habitando en la mente de quienes los vivieron.

En este cuento, Enríquez nos recuerda que el verdadero terror no siempre proviene de lo que se ve, sino de lo que no se comprende completamente. La fuerza del relato radica en la ambigüedad, en los vacíos que la autora deja para que el lector llene con su propia imaginación. Al no ofrecer explicaciones definitivas sobre qué ocurrió dentro de la casa o qué fuerza sobrenatural está en juego, Enríquez aumenta la sensación de misterio y desconcierto. La casa misma se convierte en un personaje enigmático, una presencia que persiste en el tiempo y que desafía cualquier intento de racionalizarla.

Este cuento también se distingue por su profundo sentido de lo local, ya que la ambientación en Lanús no solo proporciona un marco reconocible para los lectores argentinos, sino que también refuerza el contraste entre lo ordinario y lo extraordinario. La casa abandonada no es una mansión gótica en un paisaje remoto, sino una construcción en ruinas en un suburbio común, lo que amplifica el miedo al situar lo sobrenatural en un entorno familiar y cotidiano.

En conclusión, «La casa de Adela» es una historia que trasciende el género del terror al plantear preguntas sobre la naturaleza de la memoria, el trauma y el miedo a lo desconocido. Con su estilo sutil y envolvente, Mariana Enríquez nos ofrece un relato perturbador en el que lo inexplicable permanece siempre al borde de lo visible, y donde lo más inquietante no es lo que vemos, sino lo que se oculta en las sombras de la mente y del tiempo. Es un cuento que deja una huella indeleble, precisamente porque nos recuerda que no siempre hay respuestas para los misterios que enfrentamos, y que el verdadero terror muchas veces radica en esa misma falta de resolución.

Mariana Enríquez - La casa de Adela. Resumen y análisis
  • Autor: Mariana Enríquez
  • Título: La casa de Adela
  • Publicado en: Revista Orsai Temporada 1, Número 10 (2012)
  • Aparece en: Las cosas que perdimos en el fuego (2016)

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