Sinopsis: La lotería es un cuento de Shirley Jackson, publicado el 26 de junio de 1948 en The New Yorker. Ambientado en un pequeño pueblo rural, narra la celebración anual de una lotería comunitaria que reúne a todos sus habitantes en la plaza. En un día soleado de junio, hombres, mujeres y niños participan en el evento con una naturalidad inquietante, esperando el sorteo con expectación. A medida que avanza el proceso, se revelan detalles sobre la tradición y la rígida estructura social que la sostiene. Lo que comienza como un acto rutinario oculta una verdad perturbadora.

Advertencia
El resumen y análisis que ofrecemos a continuación es sólo una semblanza y una de las múltiples lecturas posibles que ofrece el texto. De ningún modo pretende sustituir la experiencia de leer la obra en su integridad.
Resumen de La lotería, de Shirley Jackson.
En la tranquila mañana del 27 de junio, los vecinos de un pequeño pueblo de alrededor de trescientas personas comienzan a reunirse en la plaza, situada entre la oficina de correos y el banco. Es un día soleado y cálido, con flores en plena floración y un ambiente casi festivo. Los niños son los primeros en congregarse, jugando y conversando sobre el fin de las clases. Algunos de ellos, como Bobby Martin, Harry Jones y Dickie Delacroix, empiezan a recoger piedras y a amontonarlas en un rincón. Mientras tanto, los hombres del pueblo se reúnen en pequeños grupos para charlar sobre temas cotidianos, y las mujeres llegan poco después, intercambiando saludos y comentarios triviales antes de unirse a sus maridos.
El evento que convoca a todos es la lotería anual, una tradición que se mantiene en el pueblo desde tiempos inmemoriales. Su organización corre a cargo del señor Summers, un hombre de rostro redondo y jovial que dirige el negocio de carbón del pueblo. Llega con una caja negra desgastada y antigua, que coloca sobre un taburete de tres patas ayudado por el señor Graves, el cartero. Aunque está deteriorada, la caja es una reliquia que los habitantes se resisten a reemplazar, pues les conecta con el pasado del pueblo. Se dice incluso que fue fabricada con piezas de su predecesora original.
Antes de comenzar, se deben hacer los preparativos habituales. Se confeccionan listas de familias y sus respectivos representantes, que serán los encargados de extraer de la caja los papeles que reemplazarán a las antiguas fichas de madera que se usaban cuando el pueblo era más pequeño.
El sorteo comienza con el llamamiento de los nombres de los jefes de familia. Cada hombre se acerca a la caja y extrae un papel sin mirarlo hasta que todos hayan participado. Entre susurros, algunos mencionan que en otros pueblos se está considerando abolir la lotería, lo que provoca la indignación del anciano Warner, el hombre de más edad del pueblo. Para él, abandonar la tradición sería un acto de insensatez, una ruptura con una costumbre que, según un antiguo dicho, aseguraba una buena cosecha: «Lotería en junio, maíz abundante en otoño». Su desdén hacia los jóvenes y su resistencia al cambio son evidentes.
Cuando todos los representantes de familia han tomado su papel, la tensión en la plaza se intensifica. Finalmente, dan la señal para que los revisen. Un murmullo recorre la multitud cuando se descubre que el papel marcado es el de Bill Hutchinson. Su esposa, Tessie, protesta de inmediato, alegando que el sorteo no fue justo y que a su marido no le dieron tiempo suficiente para elegir. Sin embargo, los demás la ignoran o la reprenden por no aceptar la situación con espíritu deportivo.
Siguiendo el procedimiento establecido, ahora le toca a la familia Hutchinson repetir el sorteo, pero esta vez entre sus propios miembros: Bill, su esposa Tessie y sus tres hijos, Bill Jr., Nancy y el pequeño Dave. Se introducen cinco papeles en la caja, uno de ellos con una marca negra. Cada uno extrae su papel sin abrirlo hasta que todos han tomado uno. El primero en revelar el suyo es el pequeño Dave, con la ayuda del señor Graves. Es un papel en blanco, lo que provoca un suspiro de alivio en la multitud. A continuación, Nancy y Bill Jr. muestran los suyos, también en blanco. Finalmente, Bill Hutchinson revela el suyo: está vacío. La última en revisar su papel es Tessie, y en cuanto se ve la marca negra sobre él, el ambiente cambia por completo.
El señor Summers confirma el resultado con voz apagada: «Es Tessie». Su esposo le arrebata el papel de las manos y lo enseña a los demás. En ese momento, el proceso llega a su culminación. La multitud, que hasta entonces había mantenido un tono de expectativa y camaradería, se transforma en una turba resuelta a completar el ritual. Aunque muchas de las antiguas ceremonias relacionadas con la lotería se han olvidado, una parte esencial sigue intacta: el uso de piedras.
Los niños, que desde el principio habían ido acumulando piedras en la plaza, ya tienen munición en las manos. Algunos adultos cogen piedras más grandes, como la señora Delacroix, quien agarra una con ambas manos y anima a los demás a que se apresuren. Incluso el pequeño Dave, el hijo de Tessie, recibe unas cuantas piedras para participar. En el centro de la plaza, rodeada por los aldeanos, Tessie alza las manos en un gesto de súplica y clama que la lotería no es justa. Sin embargo, sus palabras se pierden en el aire cuando la primera piedra la golpea en la cabeza. La multitud, encabezada por el anciano Warner y otros habitantes del pueblo, sigue adelante con la tradición mientras Tessie grita en vano: «¡No es justo, no es correcto!». Pero su destino ya está sellado.
Con este acto brutal, la lotería llega a su fin. En cuestión de minutos, la normalidad volverá al pueblo y la gente regresará a sus casas para almorzar, como si nada hubiera sucedido.
Análisis de La lotería, de Shirley Jackson.
Análisis de personajes:
Tessie Hutchinson es el personaje más importante del cuento, no solo porque se convierte en la víctima final de la lotería, sino también porque es la única que, aunque tardíamente, cuestiona la justicia del evento. Al principio, Tessie parece una más de la comunidad: llega tarde a la ceremonia con una actitud relajada, incluso divertida. Sin embargo, su reacción cambia drásticamente cuando su familia es seleccionada. Se convierte en la única voz de protesta del pueblo, alegando que el sorteo no fue justo. Su súplica es ignorada por la multitud, lo que resalta la indiferencia del grupo ante el sufrimiento individual. Tessie es un personaje trágico que encarna la ironía de la tradición: no cuestiona la práctica hasta que se ve personalmente afectada, pero cuando lo hace, ya es demasiado tarde.
Bill Hutchinson, el esposo de Tessie, encarna la pasividad ante la tradición. A diferencia de su mujer, no muestra resistencia ni protesta cuando su familia es seleccionada. De hecho, cuando Tessie comienza a objetar, él la reprende y acepta el resultado sin cuestionarlo. Su actitud refleja la sumisión al orden establecido y la incapacidad de desafiar una costumbre arraigada, incluso cuando afecta a sus seres queridos. En lugar de defender a su mujer, participa en la continuación del ritual, lo que subraya cómo la tradición puede convertir a las personas en cómplices de la violencia.
El señor Summers es el encargado de dirigir la lotería y una de las personas más influyentes de la comunidad. Se le describe como un hombre jovial y sociable que administra la empresa de carbón del pueblo. A pesar de su tono afable y su papel central en el evento, su actitud es fría y mecánica. Organiza la lotería con la misma naturalidad con la que se llevaría a cabo cualquier otro evento comunitario, sin mostrar emoción alguna ante su resultado. Su actitud refleja la normalización del ritual y la falta de cuestionamiento moral al respecto.
El anciano Warner es el habitante de más edad del pueblo y el principal defensor de la lotería. Su papel es preservar la tradición y menospreciar cualquier intento de cambio. Se burla de los pueblos que han abandonado esta práctica, a los que tacha de «locos» y «jóvenes tontos». Para él, la lotería es una costumbre ancestral que no debe ser alterada y la asocia con la prosperidad del pueblo. Su ceguera ante la brutalidad del ritual refleja la mentalidad conservadora que justifica la violencia en nombre de la tradición.
La señora Delacroix es un personaje secundario que ejemplifica la facilidad con la que la comunidad participa en la violencia colectiva. Al inicio del cuento, se muestra amistosa con Tessie e intercambian comentarios triviales. Sin embargo, en el clímax de la historia, se convierte en una de las primeras personas en coger una piedra grande para apedrear a Tessie. Su comportamiento refleja la rápida transformación de lo cotidiano en lo brutal y cómo la lealtad y la amistad se disuelven cuando se trata de seguir la norma establecida.
Los niños del pueblo, incluidos Bobby Martin, Harry Jones y Dickie Delacroix, son testigos y partícipes del evento. Su comportamiento inicial, recogiendo piedras y acumulándolas en una pila, anticipa el desenlace de la historia. El hecho de que los niños sean entrenados desde pequeños en esta tradición refuerza la idea de que la violencia se ha normalizado dentro de la comunidad.
El pequeño Dave Hutchinson, el hijo menor de Tessie y Bill, es un personaje que impacta especialmente por la manera en que se ve involucrado en la lotería. A diferencia de los demás, él no comprende del todo lo que sucede, pero forma parte del proceso. Al final, incluso recibe piedras para participar en el asesinato de su propia madre, lo que subraya la deshumanización total de la comunidad y la transmisión de la violencia a nuevas generaciones.
Escenario en que se desarrolla la historia:
El escenario de La lotería es un pequeño pueblo rural, cuya ubicación exacta nunca se especifica, pero que evoca una comunidad típica de la América profunda. La acción se sitúa el 27 de junio, un día soleado y cálido de principios de verano. La descripción inicial del entorno transmite una sensación de tranquilidad y normalidad: el cielo está despejado, la hierba es verde y frondosa, y las flores están en plena floración. Este comienzo idílico contrasta fuertemente con el desenlace de la historia, ya que el lector es inducido a creer que se trata de un evento comunitario común, sin ninguna pista inicial de la violencia que se avecina.
La plaza del pueblo es el centro de la acción y un punto de encuentro para los habitantes. Está situada entre la oficina de correos y el banco, lo que refuerza la idea de que se trata de un pueblo organizado y funcional. La plaza es lo suficientemente grande como para albergar a los aproximadamente trescientos habitantes que participan en la lotería, pero al mismo tiempo es un espacio cerrado y delimitado, lo que contribuye a la sensación de confinamiento. No hay referencias a grandes infraestructuras ni a modernidad, lo que sugiere que el pueblo es pequeño, autosuficiente y aferrado a sus tradiciones.
A medida que avanza la narración, se revelan más detalles sobre el escenario que subrayan la rutina y la cotidianidad del evento. Los niños juegan en la plaza recogiendo piedras, sin un propósito aparente al principio, pero que más tarde resultan ser las herramientas con las que se comete la ejecución. Los hombres conversan sobre temas mundanos, como la siembra, la lluvia y los impuestos, mientras que las mujeres charlan y se reúnen con sus maridos. Esta ambientación refuerza la idea de que la lotería es una parte normal de la vida cotidiana del pueblo, al igual que otras actividades comunitarias como las danzas o los festivales escolares.
Uno de los elementos más simbólicos del escenario es la presencia de la caja negra donde se guardan los papeles del sorteo. Esta antigua y desgastada caja es un vestigio del pasado y un símbolo tangible de la tradición inmutable. Se menciona que la caja original se perdió hace mucho tiempo, pero los habitantes del pueblo se resisten a fabricar una nueva y prefieren aferrarse a esta reliquia deteriorada. A lo largo del año, la caja se guarda en diferentes lugares del pueblo, como la tienda de ultramarinos o el granero del señor Graves, lo que sugiere que su presencia es constante en la vida de la comunidad, incluso cuando la lotería no está en marcha.
El escenario también refuerza la idea de aislamiento. No hay menciones de otras comunidades cercanas, salvo cuando se habla de pueblos vecinos que han abandonado la lotería. Este detalle sugiere que el pueblo donde transcurre la historia está atrapado en una tradición que otras sociedades han empezado a cuestionar y rechazar. Sin embargo, en este entorno cerrado, cualquier intento de cambio se percibe como una amenaza al orden establecido.
Tipo de narrador:
La historia de La lotería está narrada en tercera persona con un narrador omnisciente limitado. Desde el principio del relato, el narrador adopta una perspectiva objetiva y distante, y describe los acontecimientos con un tono sereno y neutral, sin profundizar en los pensamientos o sentimientos internos de los personajes. En cambio, se centra en detallar sus acciones y diálogos, permitiendo que los lectores observen el desarrollo de la historia de manera aparentemente imparcial.
Este tipo de narrador contribuye a crear la atmósfera de normalidad que predomina en las primeras páginas de la historia. Se nos presenta un pueblo tranquilo en un día soleado de junio, con habitantes que llevan a cabo sus actividades diarias mientras esperan la lotería. El narrador describe la escena con un lenguaje sencillo y directo, sin advertencias ni señales evidentes de que algo siniestro está a punto de ocurrir. De este modo, el lector tiende a interpretar la lotería como un evento rutinario e inofensivo, hasta que los hechos revelan su verdadero propósito.
A pesar de su aparente objetividad, el narrador se acerca en ocasiones a la perspectiva colectiva del pueblo y transmite la manera en que los habitantes ven y aceptan la lotería sin cuestionamientos. Esto se pone de manifiesto en detalles como la mención del anciano Warner, quien desprecia a los pueblos que han abandonado la lotería, lo que refuerza la idea de que esta tradición es inamovible y necesaria. El narrador también nos muestra la forma en que los aldeanos interactúan entre sí, ofreciendo fragmentos de diálogo y reacciones que dejan entrever la presión social y la conformidad con la costumbre.
El narrador mantiene cierta distancia emocional en los momentos clave de la historia. Incluso cuando Tessie Hutchinson es seleccionada y comienza a suplicar, el relato no adopta su perspectiva ni intenta generar simpatía explícita hacia ella. En lugar de centrarse en su angustia interna, el narrador continúa describiendo los hechos de manera objetiva: cómo los aldeanos recogen piedras, cómo se organizan para completar el ritual y cómo Tessie grita que no es justo antes de ser atacada. Esta frialdad narrativa refuerza la brutalidad del final, ya que muestra cómo la violencia se ha convertido en un acto mecánico y aceptado por la comunidad.
El uso de este narrador omnisciente limitado es una de las estrategias más efectivas de Shirley Jackson para crear el impacto del cuento. La narración no emite juicios ni anticipa el horror del desenlace, lo que permite que la historia mantenga una apariencia de normalidad hasta el último momento. De esta manera, el lector experimenta el mismo sentido de sorpresa y choque que experimentaría un forastero que presenciara la lotería por primera vez, al enfrentarse a la terrible revelación de que, detrás de la apariencia apacible del pueblo, se esconde una tradición cruel e inhumana.
Temas que aborda el cuento:
Uno de los temas principales de La lotería es la tradición ciega y su poder sobre la sociedad. La historia gira en torno a un ritual que se ha mantenido durante generaciones sin que los habitantes del pueblo se planteen su propósito o moralidad. La lotería se trata como una costumbre más, algo tan arraigado en la vida del pueblo que su continuidad no se cuestiona. Incluso los elementos que formaban parte del rito en el pasado, como ciertos cánticos o saludos específicos, han caído en el olvido, pero la esencia del evento —la selección y ejecución de un individuo— permanece inalterada. Esta falta de cuestionamiento muestra cómo la tradición puede perpetuarse a pesar de que su origen y justificación se hayan perdido con el tiempo. La resistencia al cambio es evidente en personajes como el anciano Warner, quien desestima la idea de eliminar la lotería y la asocia con el orden natural de las cosas. Su actitud refleja cómo muchas sociedades defienden prácticas obsoletas o inhumanas simplemente porque «siempre se han hecho así».
Otro tema fundamental es la violencia normalizada y la crueldad colectiva. A lo largo del cuento, la lotería se presenta como un evento cotidiano en el que participan hombres, mujeres y niños sin cuestionamientos ni remordimientos. La comunidad, que al inicio del relato parece amigable y unida, demuestra su verdadera naturaleza cuando llega el momento de ejecutar a la persona seleccionada. Nadie intenta detener el acto; al contrario, todos participan activamente, incluidos los niños, que no solo reúnen piedras, sino que también son alentados a lanzarlas. Este tema resalta cómo la violencia puede convertirse en parte de la estructura social cuando se justifica mediante la costumbre. La ejecución de Tessie Hutchinson no se considera un asesinato, sino un deber comunitario, lo que enfatiza la deshumanización de la víctima en favor de la preservación de la tradición.
La conformidad social y la presión del grupo también desempeñan un papel fundamental en la historia. Ninguno de los habitantes se atreve a desafiar la lotería, incluso cuando es evidente que se trata de un acto brutal e injustificado. Esto es especialmente evidente en personajes como Bill Hutchinson, quien, pese a que su mujer es la elegida, no hace nada por defenderla y, de hecho, se une al resto del pueblo en aceptar el resultado. De manera similar, aunque Tessie protesta cuando su familia es elegida, no muestra ningún signo de cuestionamiento antes de que la lotería la afecte directamente. Su súbita objeción solo refuerza la idea de que la comunidad ha sido adoctrinada para aceptar el ritual sin reparos, hasta que la amenaza se vuelve personal. La historia muestra cómo las personas pueden ser cómplices de actos atroces simplemente por miedo a desafiar la norma y enfrentarse al rechazo del grupo.
Otro tema importante es la irracionalidad de la superstición. Aunque nunca se explica del todo la razón detrás de la lotería, el comentario del anciano Warner, «la lotería en junio significa buen maíz en otoño», sugiere que, en algún momento del pasado, esta práctica pudo estar vinculada a la creencia de que era necesario sacrificar algo para asegurar la fertilidad de la tierra. Sin embargo, con el tiempo, esta conexión se ha desvanecido y lo único que queda es un ritual vacío convertido en un acto de violencia sin propósito aparente. La persistencia de esta superstición pone de manifiesto que algunas sociedades continúan aferrándose a creencias dañinas sin una base lógica, simplemente porque forman parte de su identidad cultural.
Por último, la indiferencia ante el sufrimiento ajeno es otro aspecto crucial del relato. Hasta que Tessie es seleccionada, la lotería se percibe como un evento más, sin mayor carga emocional. Cuando se anuncia su nombre, la comunidad no expresa compasión ni dudas; simplemente actúan según lo esperado. La transformación de Tessie, de miembro común del pueblo a víctima, demuestra lo rápido que una sociedad puede volverse contra uno de los suyos cuando la estructura del poder y la tradición así lo dictan. La escena final, en la que incluso su propio hijo pequeño es alentado a participar en su ejecución, enfatiza hasta qué punto la colectividad puede borrar cualquier sentido de empatía en favor del cumplimiento de las reglas establecidas.
Conclusiones y comentario general sobre La lotería, de Shirley Jackson.
La lotería, de Shirley Jackson, es un cuento que impacta no solo por su final inesperado, sino también por la forma en que expone la brutalidad oculta bajo la apariencia de lo cotidiano. La historia presenta un pequeño pueblo en el que se celebra una lotería anual, un evento que al principio parece inofensivo, pero que termina revelándose como un sacrificio ritual en el que un miembro de la comunidad es lapidado por sus propios vecinos, amigos y familiares. Jackson construye una narración en la que lo terrorífico no radica en criaturas sobrenaturales o en situaciones extremas, sino en la manera en que la violencia puede normalizarse dentro de una sociedad cuando se justifica a través de la tradición.
Uno de los aspectos más inquietantes del cuento es su tono. Desde la primera línea, la autora describe un día soleado, en el que un pueblo se reúne en la plaza de forma relajada y hasta festiva. La elección de este ambiente engañosamente tranquilo es clave para la historia, ya que induce al lector a creer que la lotería es un evento común, quizá una celebración o una rifa inofensiva. La narración avanza con una aparente calma, mostrando cómo los niños juegan y los adultos conversan, como si se tratara de cualquier otra actividad comunitaria. No hay pistas evidentes que sugieran que el desenlace será trágico, por lo que el impacto del final es mayor. Jackson utiliza esta estrategia para confrontar al lector con una realidad perturbadora: lo más aterrador no siempre es lo extraordinario, sino lo que se ha vuelto parte de la rutina.
El cuento también critica la conformidad social y el poder de la tradición. Nadie en el pueblo parece cuestionar la lotería, ni siquiera aquellos a quienes la lotería ha arrebatado a seres queridos. La obediencia al ritual es absoluta, incluso cuando se ha olvidado su origen. El anciano Warner, el hombre más viejo del pueblo, defiende la práctica argumentando que siempre ha existido y que su abolición llevaría al caos. Su postura refleja la manera en que las sociedades pueden aferrarse a costumbres sin sentido por miedo al cambio. Esta actitud no es exclusiva de la ficción; a lo largo de la historia, muchas tradiciones han perdurado incluso cuando han tenido un impacto negativo, desde castigos injustos hasta sistemas de exclusión social que persisten solo porque han estado ahí «desde siempre».
Tessie Hutchinson es un personaje clave para entender el mensaje del cuento. Al principio, ella es una más en la multitud, bromeando con sus vecinos y participando sin problemas en el evento. Sin embargo, cuando su familia es elegida y luego su propio nombre es sorteado, su actitud cambia por completo. De repente, la lotería le parece injusta, aunque en años anteriores no había mostrado ninguna objeción. Esto pone de manifiesto un punto fundamental: muchas personas solo cuestionan la injusticia cuando les afecta directamente. Sin embargo, la comunidad no responde a su protesta; el pueblo entero, incluidos sus amigos y su propia familia, la rechaza y procede con el ritual. La historia de Tessie muestra lo despiadada que puede ser la sociedad cuando una norma, por absurda que sea, se convierte en una verdad incuestionable.
Otro detalle que refuerza el impacto del cuento es la participación de los niños. Desde el principio, son ellos quienes comienzan a recoger piedras, sin que el lector sepa que serán las mismas que usarán para apedrear a la persona seleccionada. Incluso el hijo menor de Tessie recibe piedras para lanzar, lo que deja claro que la violencia en el pueblo no solo se acepta, sino que se transmite a nuevas generaciones como algo normal. Jackson sugiere que el ciclo de violencia se perpetúa porque se inculca desde la infancia. Los niños crecen con la idea de que la lotería es algo natural en la vida, sin cuestionar su propósito. Así, la autora sugiere que muchas formas de crueldad y discriminación en la sociedad no nacen de la maldad individual, sino de la enseñanza social y la repetición de prácticas injustas.
El final de La lotería es impactante porque se presenta con la misma frialdad con la que se narró el resto del cuento. No hay un dramatismo excesivo ni un cambio de tono que advierta al lector de lo que sucederá. La historia simplemente continúa su curso lógico dentro de las reglas del pueblo: Tessie ha sido seleccionada y debe ser lapidada. Sus súplicas son ignoradas y la última imagen que se nos muestra es la multitud acercándose con piedras en las manos. Este desenlace, contado con la misma neutralidad con la que se describió el día soleado del principio, refuerza el mensaje de que la verdadera amenaza no es una figura malvada, sobrenatural o un villano, sino la sociedad misma cuando acepta la violencia como parte de su estructura. En este sentido, el cuento no solo critica las prácticas bárbaras del pasado, sino que también es una advertencia sobre las formas de opresión y crueldad que aún pueden existir en la actualidad, disfrazadas de costumbre o necesidad.
