Emiliano González: Último día en el diario del señor X

El cuento «Último día en el diario del señor X» de Emiliano González narra el hallazgo de una diminuta libreta de cuero con textos microscópicos. Estos escritos describen la vida cotidiana de un padre y su hijo, culminando en una inquietante experiencia en un parque el 15 de agosto de 1990. Ese día, se encuentran con un anciano vestido de payaso que sostiene una caja de teatro. El espectáculo dentro de la caja, inicialmente inocente, se torna perturbador, revelando una escena grotesca que transforma la función en una pesadilla espeluznante.

Emiliano González - Último día en el diario del señor X

Último día en el diario del señor X

Emiliano González
(Cuento completo)

Una libreta casi microscópica de tapas de cuero sepia, olor extraño y delgadísimas hojas fue hallada en una de las sendas arenosas del parque D… Examinándola con poderosos lentes de aumento pudimos comprobar que sus muy legibles textos —redactados seguramente por un genio de la miniatura— describían la vida de un padre y su pequeño hijo (sin mencionar sus nombres). Los textos no ofrecían nada fuera de lo común, con excepción del último, que transcribimos:


15 de agosto de 1990.

Hoy, en el parque, mi hijo y yo nos horrorizamos primero y reímos después ante un viejo enharinado como payaso —lo de payaso no era claro al principio— que se sentó en una banca cercana a la nuestra. Sostenía con la mano izquierda, enguantada en negro, un largo palo coronado por una caja rectangular en que se leía TEATRO, sobre telón azul. El viejo lucía enormes zapatos grises, pantalones blancos de rayas rojas, un frac roído y un chusco sombrero carrete adornado absurdamente con una pluma rosada. La primera impresión era inquietante y, sin embargo, el estremecimiento se disipaba enseguida: su aspecto anacrónico producía risa y, por lo tanto, confianza. Mi hijo insistió en que nos acercáramos a él y yo, para ser sincero, también tenía curiosidad. El viejo, que despedía un relente en que se mezclaban el perfume barato y el hálito de las criptas, murmuró con una voz cascada el precio de la función —muy bajo, accesible a cualquier bolsillo infantil— e introdujo la moneda que le ofrecimos por una ranura que se veía en la parte superior de la caja. Entonces algo increíble ocurrió: el telón se levantó y una gran boca de labios negros y dientes afiladísimos fue abriéndose poco a poco y apareció una lengua roja como el fuego, en medio de la cual había una diminuta mujer desnuda, una muñeca viva de cabellos rubios que retorcía su hermoso cuerpo entre las patas de un perro jadeante y barcino. El rostro de la mujer hacía muecas de loca. Mi hijo chilló mientras yo abría los ojos desmesuradamente. Aquel espectáculo en miniatura era una perversión impertinente, una mala sorpresa capaz de encolerizar a cualquier adulto y de enloquecer a un niño. Pero cuando me disponía a reprender con severidad al anciano depravado todo se apagó a mi alrededor, me invadieron náuseas, me sentí débil, me desmayé…

Fui despertado por los gritos de mi hijo. Nos hallábamos en un lugar oscuro y húmedo que iluminaba una debilísima luz roja… y no estábamos solos: en un ángulo apartado había alguien que nos observaba: sus ojos brillaban y nosotros, al acostumbrarnos a la penumbra, reconocimos el rostro al cual pertenecían: el de la loca (el perro había desaparecido). Los gritos de mi hijo se redoblaron. ¿Era eso posible?… Sí: nos hallábamos dentro de la caja, encerrados con esa loca, encerrados por un payaso brujo y apestoso que ahora era un gigante para nosotros… Y supe lo que nos esperaba: pedir auxilio a gritos ante los ojos horrorizados de un nuevo incauto…

— Nadie te oirá si gritas y cuando sean siete —dijo la loca— los tragará.

—¿Y a ti?

—A mí no. Yo me quedo aquí, pues yo soy una mera proyección de mi amo.

—¡Pero si no tiene garganta ni estómago!…

— Eso es lo que tú crees. La boca es lo único que se ve… el resto del cuerpo de mi amo es invisible… el viejo es un amigo, un ayudante que disimula la boca de mi amo por medio de una caja… mi amo se alimenta de seres humanos, pero necesita reducirlos de tamaño para poder tragarlos… después los devuelve a su tamaño original y los deglute… ¿sabes?… mi amo es muy antiguo… y viene del cielo, de muy lejos…

He redactado esto escuchando los aullidos de mi hijo… Hace dos horas que aúlla. La loca nos mira, haciendo muecas, y no contesta ya a las preguntas que le hago. ¿Cuándo se abrirá la boca del monstruo?… ¿De dónde viene esa luz roja?… Mi hijo sigue aullando… Yo tiemblo… No quiero saber nada… Mi mismo hijo me da miedo: está loco ya, como la mujer… Yo sólo espero a que el viejo payaso levante el telón para arrojar hacia el parque esta libreta…

Emiliano González - Último día en el diario del señor X
  • Autor: Emiliano González
  • Título: Último día en el diario del señor X
  • Publicado en: Casa de horror y de magia (1989)