Resumen del argumento: En «El entierro de las ratas«, un joven inglés que pasa un año en París, separado de su prometida por mandato de sus padres, decide explorar los márgenes de la ciudad para distraerse. Intrigado por la vida de los chiffoniers (recolectores de basura), se adentra en los basurales de Montrouge, un lugar sórdido y peligroso, donde una anciana y un hombre viejo le tienden una trampa para matarlo y dejar que las ratas devoren su cuerpo. Rodeado por un grupo de criminales silenciosos y crueles, logra escapar a través de un terreno hostil lleno de montones de basura, ciénagas y canales. Tras una angustiosa persecución nocturna, nada por un río y llega extenuado a la fortaleza de Bicêtre, donde es rescatado por soldados franceses. Junto con ellos y un comisario de policía, regresa al lugar para buscar a sus agresores. Encuentran restos humanos consumidos por las ratas y detienen a un grupo de veteranos ex soldados que habitan los basurales. La historia, narrada en primera persona, mezcla suspenso, horror y crítica social, y muestra cómo la degradación humana puede llegar a extremos de brutalidad casi animal en los márgenes olvidados de la ciudad.

Advertencia
El resumen y análisis que ofrecemos a continuación es sólo una semblanza y una de las múltiples lecturas posibles que ofrece el texto. De ningún modo pretende sustituir la experiencia de leer la obra en su integridad.
Resumen de El entierro de las ratas, de Bram Stoker.
El cuento El entierro de las ratas, de Bram Stoker, narra una intensa y aterradora experiencia vivida por un joven inglés en París, en el año 1850, durante un periodo de separación forzada de su prometida, Alice. En un intento por distraerse del dolor que le causa la espera, el protagonista recorre la ciudad y decide explorar las zonas más marginales y desconocidas, atraído por el mundo de los chiffoniers, los hurgadores de basura que subsisten escarbando en los desechos urbanos.
Durante una de estas exploraciones, se adentra en la región de Montrouge, una vasta área periférica compuesta por montículos de basura, cabañas improvisadas y un paisaje desolador y repulsivo. Fascinado por el entorno decadente, se adentra más de lo conveniente y llega a un lugar donde habita una comunidad de chiffoniers. Allí se encuentra con una pareja de ancianos que se presentan como antiguos revolucionarios. Lo invitan a sentarse en su choza y, seducido por sus relatos sobre la Revolución Francesa y la vida en los bajos fondos de París, el joven acepta permanecer un rato más, cautivado por la conversación.
Sin embargo, conforme cae la noche y se profundiza el ambiente siniestro, el protagonista comienza a sentirse incómodo y a sospechar de sus anfitriones. Nota detalles inquietantes: los ojos de ratas asomando por todas partes, un hacha manchada de sangre apoyada contra la pared, y las miradas codiciosas de los ancianos hacia sus anillos. Con creciente inquietud, deduce que está en peligro. Todo parece indicar que la pareja planea asesinarlo para robarle y dejar que las ratas devoren su cuerpo, borrando así cualquier rastro del crimen.
El joven mantiene la calma, intenta disimular su miedo y gana tiempo fingiendo interés en las historias de los ancianos. Sin embargo, a medida que oscurece, observa señales de que hay más personas alrededor de la choza: sombras, ojos brillando en la oscuridad, una soga lanzada desde el techo… Se da cuenta de que ha caído en una trampa y de que su vida está en manos de una banda de asesinos despiadados que están acostumbrados a matar y a deshacerse de los cuerpos con la ayuda de las ratas carroñeras.
Cuando la tensión alcanza su punto máximo y advierte que el hacha ha desaparecido misteriosamente del lugar donde estaba, decide actuar. Con un movimiento súbito y desesperado, se lanza contra la pared trasera de la choza, que se derrumba por su estado de podredumbre. Logra escapar a duras penas, mientras detrás de él se derrumba la estructura y comienzan a perseguirlo los habitantes del lugar. Escala uno de los montículos de basura en medio de la oscuridad, perseguido por figuras silenciosas y decididas a capturarlo.
El resto de la historia es una larga y angustiosa huida a través del laberinto de basurales y terrenos pantanosos que rodean la ciudad. El joven corre, se esconde, cruza ciénagas nauseabundas, nada en ríos infectos y esquiva trampas tendidas por sus perseguidores, todos ellos viejos soldados y mujeres endurecidas, decididos a no dejarlo escapar con vida. En medio de esta persecución, el narrador reflexiona sobre la tenacidad y la disciplina de sus perseguidores, y sobre el terror absoluto que produce saberse acechado por seres tan implacables.
Finalmente, tras atravesar un islote rodeado por canales y estar a punto de ser capturado nuevamente, el joven logra cruzar a nado uno de los ríos y gana terreno suficiente para escapar hacia la fortaleza de Bicêtre. Exhausto, herido y cubierto de lodo, llega a un puesto de guardia, donde es auxiliado por soldados franceses. A partir de su testimonio, se organiza una expedición para regresar a los basurales y tratar de capturar a los criminales.
Al volver al lugar con los soldados y un comisario de policía, descubren los restos calcinados de la choza, donde encuentran el esqueleto de la anciana con su propio cuchillo clavado entre las costillas, aparentemente víctima de un accidente. Los demás miembros del grupo habían huido, salvo cinco viejos soldados que son encontrados durmiendo en un gran armario adaptado como vivienda. Ellos afirman que el sexto compañero fue asesinado por las ratas durante la noche, dejando solo sus huesos. Aunque el comisario sospecha de asesinato y encubrimiento, no se encuentran más pruebas.
El cuento concluye con el protagonista de regreso a la seguridad de la vida cotidiana, casado con Alice, y reflexionando sobre aquella experiencia traumática en la «Ciudad del Polvo», una zona olvidada de París donde la miseria y el crimen conviven con la podredumbre física y moral. La historia combina la tensión del relato de supervivencia con elementos de horror urbano, explorando la degradación social, el instinto de supervivencia y la brutalidad que se ocultan en los márgenes de la civilización.
Personajes de El entierro de las ratas, de Bram Stoker
El protagonista, un joven inglés, es el eje central del relato y el único personaje con una perspectiva interna accesible al lector. Aunque su nombre nunca se menciona, se nos presenta como un hombre educado, sensible y profundamente enamorado que vive en París durante un periodo de separación forzada de su prometida. Explora los márgenes de la ciudad por aburrimiento e inquietud existencial, alimentada por la ausencia de su amada y por la tensión emocional que conlleva esa espera. A lo largo de la historia, evoluciona desde un curioso turista hasta un superviviente astuto, obligado a superar los límites del miedo, la resistencia física y la determinación. Su carácter se revela no solo en su capacidad de observación y análisis, sino también en su temple para mantener la calma en situaciones extremas y en su fuerza de voluntad para seguir luchando cuando todo parece perdido.
La anciana es uno de los personajes más memorables y perturbadores. Se nos presenta como una mujer envejecida, arrugada y encorvada, que sin embargo conserva una vitalidad perversa y una malicia latente. Su conversación con el protagonista está cargada de insinuaciones morbosas y de un macabro sentido del humor. Ella encarna lo grotesco y lo degradado, no solo por su aspecto físico y el entorno en que vive, sino también por su crueldad disimulada bajo una máscara de amabilidad fingida. En su relato sobre las ratas en las cloacas de París, Stoker le da una dimensión simbólica: es una superviviente de la Revolución, testigo del caos y del derrumbe moral, que ha incorporado la violencia y la muerte como aspectos normales de la existencia. Aunque parece solo una narradora de viejas anécdotas, pronto se revela como una pieza clave en un plan de asesinato premeditado. Su forma de observar al protagonista, su interés por sus joyas y su manipulación del ambiente revelan que no es una víctima del entorno, sino una depredadora experimentada. Su trágico final, con el propio cuchillo que planeaba usar enterrado en su cuerpo, la presenta como una figura que finalmente es devorada por el mismo mundo oscuro al que pertenece.
Pierre, el anciano que acompaña a la mujer, es menos locuaz, pero igualmente siniestro. Su papel es el de un ejecutor silencioso, una figura que actúa en sincronía con la anciana y que representa una amenaza física directa. Se le describe como aún más viejo y decrépito, vestido como un espantapájaros, pero con una actitud vigilante y calculadora. Su mutismo casi total durante gran parte del relato lo convierte en una presencia inquietante, cuyo silencio parece esconder no debilidad, sino una ferocidad contenida. Pierre manipula el entorno con astucia —apagando luces, buscando el farol, escondiendo el hacha— y todo indica que estaba preparado para participar en el asesinato del joven. Al igual que la anciana, representa la parte más oscura de una clase marginada, endurecida por la miseria y habituada a la violencia.
Los seis veteranos que habitan el viejo armario convertido en vivienda también desempeñan un papel significativo, aunque su participación directa en la acción es mínima. Se trata de antiguos soldados de la Primera República Francesa que viven en condiciones infrahumanas, aferrados a un pasado de gloria militar que ha sido reemplazado por la marginalidad y el crimen. Su uniforme raído y sus rostros marcados por el alcoholismo los presentan como figuras decadentes. Aunque al principio parecen simples observadores curiosos, el protagonista descubre que uno de ellos lo sigue y que formaban parte de la trampa mortal. Su conducta silenciosa y coordinada sugiere una disciplina militar todavía latente, lo que los convierte en una amenaza organizada. Estos hombres, más allá de su degradación, representan una especie de hermandad oscura, un grupo unido por el pasado y por una voluntad común de supervivencia a cualquier precio. Su captura final, silenciosa y resignada, y su amarga reacción ante el comentario burlón del oficial francés refuerzan la idea de que estos personajes conservan aún un rastro de orgullo a pesar de su caída.
El comisario de policía, aunque aparece solo hacia el final del relato, cumple una función importante como agente del orden y como contrapunto del caos vivido por el protagonista. Es un personaje perspicaz, eficiente y directo que demuestra una comprensión instintiva del carácter inglés del narrador y sabe cómo motivarlo. Su aparición marca un punto de inflexión, ya que introduce la restauración del orden social y legal tras la pesadilla del crimen y la anarquía que reinan en los basureros de Montrouge. Aunque su intervención no resuelve todos los enigmas —el destino exacto de los demás cómplices, por ejemplo—, representa la fuerza de la civilización frente al mundo subterráneo de los chiffoniers.
Análisis de El entierro de las ratas, de Bram Stoker.
El entierro de las ratas, escrito por Bram Stoker, es un relato que mezcla aventura, terror y crítica social en una historia narrada con intensidad creciente. El cuento sigue a un joven inglés que, durante una estancia en París, se ve arrastrado por la curiosidad hacia los límites de la ciudad, donde la vida humana parece perder valor y las normas sociales desaparecen. La historia no trata solo de una persecución física, sino que también es una exploración simbólica de los peligros que acechan cuando uno se adentra en lo desconocido sin comprender del todo el mundo que pisa.
Uno de los elementos más llamativos del cuento es su ambientación. Stoker construye un escenario perturbador desde el primer momento: un terreno lleno de montones de basura, polvo, chozas improvisadas, ratas y personajes desfigurados por el paso del tiempo y la pobreza. El autor transforma un paisaje urbano marginal —los basurales de Montrouge— en un verdadero laberinto del horror. Pero este escenario no es gratuito: es el espacio donde viven los chiffoniers, personas que sobreviven rebuscando en la basura. En ese contexto degradado, el cuento plantea una idea inquietante: cuando se pierden las estructuras sociales y todo se reduce a la supervivencia, los límites entre el ser humano y la bestia se difuminan.
La historia está narrada en primera persona, lo que intensifica la sensación de peligro constante. Desde que el protagonista se adentra en el barrio de los chiffoniers, la narración va adquiriendo un tono cada vez más tenso y oscuro. Aunque al principio actúa como un turista curioso, el lector pronto percibe que ha cometido un error: no ha entendido que ese lugar obedece a sus propias reglas, ajenas a las del resto de la ciudad. El protagonista se convierte en una presa, no solo por estar fuera de sitio, sino también porque lleva consigo símbolos visibles de riqueza —como sus anillos— que lo señalan como una víctima potencial.
Uno de los aspectos más interesantes del cuento es la forma en que se construye la amenaza. No se trata de monstruos sobrenaturales, sino de seres humanos transformados por la miseria. Los personajes que intentan asesinar al protagonista no son presentados como locos sin motivo, sino como personas arrastradas por años de pobreza, violencia y marginalidad. Pierre, la anciana y los viejos soldados son figuras marcadas por el pasado revolucionario de Francia, pero ahora son sombras de lo que fueron. En ellos hay una brutalidad fría y silenciosa, pero también una inteligencia práctica que los hace especialmente peligrosos. No gritan, no se agitan: esperan, rodean, observan y cazan.
La escena central de la historia, cuando el protagonista se encuentra atrapado en la choza con la anciana y Pierre, rodeado de ratas y sin escapatoria aparente, está escrita con una precisión casi cinematográfica. Stoker sabe dosificar la tensión y dejar que el miedo crezca en cada detalle: los ojos de los roedores brillando en la oscuridad, el cuchillo escondido en la falda de la mujer, la lámpara encendida que lo ilumina solo a él. Esta escena no solo es el clímax del suspense, sino también la representación del momento en que el protagonista comprende por completo el mundo en el que se ha metido: un lugar donde la vida humana puede desaparecer sin dejar rastro, absorbida por la oscuridad y por las ratas, criaturas que simbolizan lo más bajo, lo más voraz y lo más oculto.
De hecho, las ratas cumplen una función simbólica clave. No son solo parte del ambiente. En el cuento, representan la amenaza constante de desaparecer sin dejar rastro, de ser devorado —literal y metafóricamente— por lo que uno no alcanza a comprender. Son numerosas, silenciosas e invisibles al principio, pero siempre están presentes. Funcionan como metáfora de una sociedad que puede devorar a los individuos que caen en sus márgenes, donde ya no hay justicia ni redención posible. En este sentido, el título del cuento, El entierro de las ratas, sugiere no solo la rapidez con la que se eliminan los cuerpos, sino también el destino de quienes han sido reducidos a la condición más básica: alimentarse de los despojos.
Desde el punto de vista literario, Stoker construye un relato que progresa con un ritmo sostenido y en el que hace un uso cuidadoso del detalle. La narración avanza como una espiral que atrapa al lector en una sensación de encierro y persecución. No hay diálogos extensos ni descripciones innecesarias. Cada elemento cumple una función: desde la estructura de la choza hasta la forma en que se mueve la luz. La escritura La escritura de Stoker en este cuento se caracteriza por un lenguaje descriptivo muy visual, con imágenes que apelan a los sentidos —el olor de los basurales, el sonido de los pasos, la visión de los ojos brillando—, lo que contribuye a hacer la experiencia del lector más inmersiva y angustiante.
Un detalle que no se puede pasar por alto es el contraste entre el comienzo y el final del cuento. Al principio, el protagonista actúa como un observador racional, casi científico, que quiere entender el mundo de los chiffoniers desde fuera. Sin embargo, al final, después de haber sido perseguido, herido y casi asesinado, comprende que no basta con observar desde lejos. Hay lugares donde la lógica y la civilización no tienen fuerza, donde sobrevivir exige instinto, fuerza y rapidez. La historia, que empieza como una excursión casi antropológica, termina convirtiéndose en una lucha desesperada por la vida.
El entierro de las ratas es una historia que combina el terror físico con una reflexión sobre lo que sucede cuando las estructuras sociales colapsan y los seres humanos quedan a su suerte. No es un cuento que hable de monstruos inventados, sino de realidades posibles: seres humanos convertidos en depredadores por necesidad o por hábito. A través de un relato intenso y sin pausas, Stoker nos sumerge en un mundo donde el miedo proviene de lo que está más cerca de nosotros, de lo que más tememos admitir. Para un lector joven, esta historia puede parecer una aventura de horror, pero también es una advertencia: hay lugares y personas que no pueden comprenderse sin consecuencias. Y que, a veces, el peligro más grande no está en lo fantástico, sino en lo que la sociedad esconde bajo la superficie.
