En “María dos Prazeres”, Gabriel García Márquez narra la historia de una anciana exprostituta que, convencida de que su muerte es inminente, se dedica a planificar su entierro en el cementerio de Montjuïc en Barcelona. Acompañada únicamente por su perro Noi, al que entrena para llorar sobre su tumba y visitarla tras su partida, María confronta su soledad, su pasado y el miedo al olvido. En sus últimos días, mientras organiza hasta el más mínimo detalle de su despedida, un encuentro inesperado con un joven le ofrece un destello de conexión humana que desafía su resignación y su idea de la muerte, revelando la profunda necesidad de ser recordada y comprendida.
Advertencia
El resumen y análisis que ofrecemos a continuación es sólo una semblanza y una de las múltiples lecturas posibles que ofrece el texto. De ningún modo pretende sustituir la experiencia de leer la obra en su integridad.
Resumen de María dos Prazeres de Gabriel García Márquez
En “María dos Prazeres,” Gabriel García Márquez nos introduce a una anciana que ha pasado su vida como prostituta en Barcelona y ahora se prepara para la muerte, ya que un sueño premonitorio le ha revelado que su final está cerca. La historia comienza con la llegada de un joven vendedor de servicios funerarios que viene a ayudarla a escoger su tumba en el cementerio de Montjuïc. Con la certeza de su muerte inminente, María negocia los detalles de su entierro, pidiendo ser enterrada en una sepultura segura de inundaciones y lo más cerca posible de los lugares históricos donde reposan los luchadores anarquistas de la Guerra Civil Española.
Mientras elige su tumba, María recuerda su infancia en Manaos, Brasil, donde el cementerio se inundaba cada año, dejando ataúdes flotando en el agua. Estos recuerdos de su niñez siguen vivos en su memoria y la inspiran a buscar una sepultura donde pueda descansar en paz, sin el riesgo de que su cuerpo vuelva a ser perturbado. Durante la visita del vendedor, se establece entre ellos una curiosa interacción, en la que el joven se sorprende por la vida de María y su desinhibida franqueza al decirle que es una prostituta.
Tras la visita del vendedor, María se obsesiona con garantizar que su legado y sus recuerdos estén en orden antes de morir. Además de organizar su entierro, dedica tiempo a entrenar a su perro, Noi, para que visite su tumba y llore en ella después de su muerte. La relación de María con Noi es peculiarmente íntima; al haber vivido sola y apartada de los vínculos afectivos convencionales, el perro se convierte en su única compañía y el único ser que podría mantener viva su memoria tras su partida.
Paralelamente, María mantiene una relación casual y reservada con el conde de Cardona, un cliente de toda la vida que la visita cada mes. A través de su conexión, exploramos la soledad y la nostalgia de la protagonista, ya que su relación con el conde, aunque amable, está marcada por una distancia emocional insuperable. Esta amistad se quiebra cuando discuten sobre la inminente ejecución de tres separatistas vascos. María, al enterarse de que el conde apoya las decisiones del dictador Franco, siente repulsión y decide cortar definitivamente los lazos con él, percibiendo que ha cerrado el último capítulo de su vida anterior.
En una de sus visitas al cementerio, María contempla las tumbas de viejos anarquistas y deja su marca en las lápidas sin nombre al escribir «Durruti» con su lápiz labial, rindiendo tributo a los ideales de lucha que algún día admiró y con los que se identificó. Es una especie de último acto de rebeldía y un gesto de resistencia ante una sociedad que la ha marginado toda su vida.
Finalmente, una tarde, tras visitar su futura tumba, es sorprendida por una intensa tormenta. Empapada y sin encontrar transporte, un lujoso automóvil se detiene y el conductor, un joven amable y atractivo, le ofrece llevarla a casa. Durante el trayecto, María se siente rejuvenecer y experimenta sensaciones que creía olvidadas. Al llegar a su destino, el joven insinúa su deseo de acompañarla más allá de la puerta. Inicialmente, María se muestra incrédula y temerosa, pensando que se trata de una burla debido a su edad. Sin embargo, al percibir la sinceridad en la mirada del joven, comprende que la premonición de su muerte no era literal, sino el fin de una etapa y el comienzo de una nueva. Decidida, permite que el joven la acompañe, abriendo así la posibilidad a nuevas experiencias y sentimientos que pensaba extintos.
Análisis de María dos Prazeres de Gabriel García Márquez
Personajes de María dos Prazeres
María dos Prazeres es el personaje central y un retrato de la resiliencia. Es una mujer mayor que ha vivido una vida dura, marcada por la pobreza y la prostitución, y que ahora, en sus setenta y seis años, enfrenta la cercanía de la muerte con una mezcla de pragmatismo y dignidad. A través de sus acciones y recuerdos, descubrimos que María ha sido una sobreviviente que, pese a sus circunstancias difíciles, ha logrado conservar una identidad fuerte y un espíritu rebelde. Vive sola en un departamento en Barcelona que ha decorado con reliquias de su vida pasada, objetos adquiridos a través de los años, que son testigos mudos de su historia. La preocupación de María por planificar hasta el más mínimo detalle de su muerte y su entrenamiento del perro para que llore en su tumba revelan un deseo de permanencia y afecto en una vida que ha sido principalmente de soledad y desapego emocional. Sin embargo, al final, María encuentra una nueva chispa de vida cuando un joven la mira con un interés genuino, dándole una última oportunidad para reconsiderar el propósito de su existencia.
El perro Noi representa tanto un compañero fiel como el único vínculo emocional genuino de María. Es su confidente y su discípulo, ya que ella le enseña a llorar sobre su tumba para que, al morir, alguien llore por ella. La relación que tiene con Noi es un reflejo de su profunda necesidad de dejar algo significativo tras su partida, a pesar de su vida de aislamiento y desapego. El hecho de que Noi responda a sus enseñanzas e incluso aprenda a hacer el trayecto hasta el cementerio muestra que el animal no es solo una mascota, sino un símbolo de la fidelidad y la constancia que María no ha podido encontrar en las relaciones humanas. Noi encarna la esperanza de María de trascender el olvido a través de un vínculo de amor, aunque sea con un ser no humano.
El vendedor de entierros es otro personaje significativo en la historia, que llega en un momento clave para que María confronte su mortalidad. A través de su interacción, conocemos más de las opiniones de María sobre la vida y la muerte, y su rechazo a ser “empaquetada” en una gaveta sin nombre, una metáfora de su resistencia a ser olvidada sin dejar rastro. A pesar de que el joven vendedor es profesional y educado, se muestra perplejo y hasta divertido con la intensidad y el desparpajo de María, lo que da lugar a un momento de humanidad entre ambos. Su interacción revela la dualidad en María: a pesar de su independencia y su fortaleza, sigue necesitando un tipo de conexión que el vendedor representa de manera sutil. Aunque es un extraño, el vendedor le permite a María expresar sus pensamientos sobre la muerte y el sentido de pertenencia, y este pequeño diálogo es uno de los pocos momentos de la historia en los que ella baja su guardia.
El conde de Cardona es el último vínculo humano significativo de María, un cliente de toda la vida que representa el vacío de las relaciones superficiales. La relación con el conde es una mezcla de rutina y dependencia mutua. Aunque ambos se encuentran mensualmente para cenar y recordar los viejos tiempos, su conexión es vacía y carente de verdadera cercanía. La indiferencia del conde hacia los ideales de justicia y empatía, que en un tiempo fueron importantes para María, culmina en una ruptura que muestra cómo, incluso en sus relaciones más prolongadas, ella ha vivido en soledad. Cuando el conde expresa su apoyo a las políticas represivas de Franco, María lo enfrenta con una amenaza irónica, revelando su desprecio por los valores del conde y su necesidad de dignidad. La salida del conde de su vida marca una ruptura simbólica de los lazos superficiales que la han acompañado, liberándola para finalmente aceptar la posibilidad de una conexión más genuina, aunque sea con un extraño.
Finalmente, el joven conductor que ayuda a María durante la tormenta aparece al final del cuento, simbolizando una posibilidad de conexión auténtica en la vida de la protagonista. A diferencia de los otros personajes, él no conoce el pasado de María y la trata sin juzgarla, como un ser humano y no como una anciana marginal. Su simple acto de amabilidad y su mirada directa y honesta despiertan en María un sentimiento olvidado de esperanza y redescubrimiento personal. En el breve instante en que él le ofrece acompañarla a su casa, ella experimenta una revelación sobre el significado de su sueño premonitorio, y entiende que no era la muerte lo que se le anunciaba, sino la oportunidad de una última conexión que dé sentido a sus años de aislamiento.
¿En qué escenario se desarrolla la historia?
El escenario de “María dos Prazeres” se ubica principalmente en una Barcelona melancólica y decadente, cargada de símbolos de vejez y de historia, un reflejo de la vida y el estado de ánimo de la protagonista. La historia se desarrolla en los años finales de la dictadura de Franco, lo que aporta un trasfondo político y social de opresión y censura que impregna toda la atmósfera. María vive en el barrio de Gràcia, una zona que alguna vez fue un pueblo independiente y que, a pesar de estar ahora absorbido por la expansión de la ciudad, conserva su aire antiguo y sus vestigios de nobleza. Este entorno es descrito con toques de descuido y tristeza, como su propio edificio, que es oscuro, tiene las escaleras en mal estado y un aire de abandono en el que apenas se cruzan los vecinos. Sin embargo, el departamento de María contrasta con el aspecto descuidado del edificio; ella lo ha decorado con un gusto meticuloso y algo nostálgico, colmándolo de antigüedades y recuerdos que se encuentran organizados con un orden casi ceremonial, como si fuera una vitrina de sus recuerdos y logros en la vida.
El cementerio de Montjuïc, el cual María visita para seleccionar su futura tumba, es otro escenario fundamental que expresa la naturaleza de la historia. El panteón es enorme, con un sinfín de parcelas y sepulturas, lo cual crea un ambiente de desolación y sobrepoblación. Este es un lugar que, para María, simboliza tanto la paz que ha buscado toda su vida como sus temores más profundos, especialmente aquellos asociados a la muerte y el olvido. Es en este cementerio donde María revive sus temores de infancia, cuando veía los ataúdes flotar en Manaos durante las inundaciones. La protagonista siente una mezcla de respeto y familiaridad con el cementerio, lo que la lleva a visitarlo con regularidad, familiarizándose tanto con su espacio reservado como con las tumbas cercanas y los rituales de quienes también visitan a sus muertos. Aquí, las tumbas sin nombre de los anarquistas, particularmente la de Buenaventura Durruti, se convierten en un símbolo de resistencia que conecta su historia con una Barcelona marcada por luchas y pérdidas colectivas.
Las calles de Barcelona, sus cafés, plazas y cementerios, son descritas a través de los ojos de María y reflejan una ciudad dividida entre la modernidad y el peso de la historia. En una escena clave, mientras camina bajo las luces de la Plaza del Reloj, vemos a María observando con desconfianza y tristeza la indiferencia de la gente que la rodea, así como el deterioro moral que percibe en la sociedad. A lo largo del relato, se observan detalles de la vida cotidiana en los cafés, en los puestos de libros y en los vendedores ambulantes, los cuales forman parte de un panorama urbano que a menudo resulta hostil o indiferente hacia María, una anciana que percibe los cambios de la ciudad como signos de una época que se desvanece.
Finalmente, el interior del lujoso automóvil donde María encuentra refugio de la tormenta representa un escenario breve pero decisivo. En su camino hacia casa, este automóvil se convierte en un espacio de intimidad y protección en medio del caos de la lluvia y el tráfico. Aislada del ruido y el desorden de la ciudad, María percibe este espacio como un lugar de consuelo inesperado, casi mágico, que la lleva a reconsiderar sus miedos y sus deseos. La suavidad y el calor del auto contrastan con el frío y la soledad de su vida, ofreciendo un escenario transitorio donde, en un instante de paz, ella encuentra una razón para seguir adelante.
¿Quién narra la historia?
La historia de “María dos Prazeres” cuenta con un narrador omnisciente en tercera persona, que proporciona una visión profunda y detallada de los pensamientos, emociones y recuerdos de la protagonista, María dos Prazeres. Este narrador conoce con exactitud los sentimientos y reflexiones internas de María, lo que le permite mostrar su compleja psicología y sus motivaciones, transmitiendo al lector el peso de su pasado, sus miedos hacia la muerte y sus momentos de revelación personal. Al no estar limitado a una perspectiva externa, el narrador nos lleva a través de los recuerdos de María, desde su infancia en Manaos hasta los sucesos recientes en Barcelona, creando un vínculo íntimo entre el lector y la protagonista.
Además, este narrador posee una voz sobria y a la vez poética que acompaña el tono melancólico de la historia. Refiere los espacios, objetos y personas que rodean a María con una precisión que combina lo descriptivo con lo simbólico, como sucede con el cementerio de Montjuïc o el departamento de la protagonista. Sin embargo, pese a su exhaustiva descripción de los detalles, el narrador no se involucra emocionalmente en la historia; se limita a exponer los hechos y los pensamientos de los personajes sin juzgarlos ni comentar directamente sobre ellos. Este enfoque permite que el lector interprete y construya su propia visión de los eventos y de la vida de María, sin ser influido por una opinión o valoración explícita del narrador.
El estilo del narrador también contribuye a tejer una atmósfera de intimidad y melancolía, ya que sus observaciones revelan no solo el estado emocional de María, sino también el ambiente opresivo de la ciudad de Barcelona durante los últimos años del franquismo. Al enfocarse en los pequeños detalles, el narrador enfatiza las sutilezas de la vida cotidiana y la soledad de la protagonista, su relación con los espacios que habita, y su desconexión con la sociedad que la rodea. Esta perspectiva omnisciente abarca no solo los pensamientos de María, sino también su percepción de otros personajes, como el vendedor de entierros y el conde de Cardona, a través de los cuales se resaltan sus contrastes de vida, su aislamiento emocional y sus pocos vínculos afectivos.
En ciertos momentos, el narrador también parece adoptar un tono cercano al del realismo mágico, ya que narra algunos detalles con una ambigüedad que deja espacio para interpretaciones entre lo real y lo simbólico, como la interacción de María con el perro Noi o su insistencia en que aprenda a llorar sobre su tumba. Estos elementos, que el narrador presenta con normalidad dentro de un contexto realista, dotan a la historia de un toque onírico que evoca el estilo característico de García Márquez. Sin embargo, el narrador nunca rompe la coherencia con la realidad de los sucesos, sino que presenta estos aspectos con un tono natural, dejando al lector decidir si lo que observa es un reflejo literal o simbólico del mundo interno de la protagonista.
Así, el narrador en “María dos Prazeres” no solo cuenta la historia de una mujer que se prepara para la muerte, sino que, a través de su perspectiva omnisciente, permite al lector explorar las dimensiones emocionales, psicológicas y existenciales de una vida cargada de recuerdos, soledad y resignación, y, al mismo tiempo, de momentos de revelación y esperanza en los lugares más inesperados.
¿Qué temas desarrolla la historia?
La historia de “María dos Prazeres” de Gabriel García Márquez explora temas fundamentales como la muerte, la soledad y la marginalidad, mientras entrelaza otros temas secundarios, como la memoria, la dignidad y la resistencia. A través de la vida de María, el autor presenta una reflexión compleja sobre la vejez y el enfrentamiento consciente con la muerte, así como los anhelos de trascendencia de una mujer que, en su ocaso, se aferra a la posibilidad de dejar algún rastro de su existencia.
El tema de la muerte está presente desde el inicio del relato, ya que la protagonista está convencida de que su final se acerca y, en consecuencia, comienza a planificar su entierro. La muerte en esta historia se representa no solo como un fin, sino también como un proceso que María desea controlar en la medida de lo posible, seleccionando incluso la tumba adecuada y garantizando que su perro, Noi, le visite y llore en su sepultura. Esta obsesión de María con los detalles de su entierro es una respuesta a sus temores más profundos de ser olvidada, como si, al asegurarse un descanso digno y una visita constante, pudiera superar el olvido y obtener la permanencia que su vida ha carecido. El enfoque que García Márquez da a este tema se aparta de lo trágico y se carga de una dignidad resignada, donde el morir es tan solo un paso inevitable y casi rutinario en la vida de alguien que ya no teme al dolor, sino al anonimato y la pérdida de identidad.
La soledad es otro de los temas centrales, ya que María, a pesar de su carácter fuerte y su independencia, vive aislada emocionalmente de quienes la rodean. Su única compañía es su perro, un ser fiel y sencillo, que representa su último vínculo afectivo. María ha experimentado el aislamiento desde joven, al haber sido vendida y abandonada en un país extraño, y esta desconexión se ha profundizado con la edad. Su vida social se reduce a visitas ocasionales y sin profundidad emocional, como la del conde de Cardona, con quien mantiene una relación que ya ha perdido sentido. La soledad de María se refleja en su entorno y en el modo en que habita la ciudad, vagando en lugares como el cementerio o las plazas de Barcelona, espacios de paso que enfatizan su existencia sin vínculos duraderos ni una verdadera red de apoyo. La relación de María con el perro Noi subraya esta soledad; él es su único confidente y herencia afectiva, la única criatura de la cual puede esperar fidelidad incluso después de su muerte.
La marginalidad es otro tema que García Márquez desarrolla a través de la vida de María, una mujer que ha pasado gran parte de su existencia en los márgenes de la sociedad. Como prostituta, ha experimentado la exclusión y el prejuicio, lo cual la ha hecho fuerte pero también vulnerable. Su vida en los barrios oscuros y humildes de Barcelona contrasta con la indiferencia de la sociedad en la que vive, una ciudad que, aunque antigua y cargada de historia, también la ignora y le da la espalda. A medida que envejece, María se encuentra cada vez más fuera de los límites de lo aceptado, y es consciente de cómo el tiempo y sus elecciones de vida la han apartado de los valores tradicionales que la rodean. Esta marginalidad también tiene un matiz político y social, pues la historia transcurre en los últimos años de la dictadura de Franco, en un entorno opresivo y controlado donde ella, como otros, debe ser cautelosa con lo que expresa y a quién se lo dice.
La memoria es otro tema importante que García Márquez introduce a través de los recuerdos de María, quien revive en su mente los momentos de su infancia en Manaos y las experiencias que la han marcado. Su vida en el Paralelo, un barrio asociado a la vida nocturna y la decadencia, y sus recuerdos del cementerio de Manaos, donde los ataúdes flotaban en la inundación, reflejan cómo sus memorias moldean su presente. Los recuerdos de María son ambiguos, oscilan entre lo trágico y lo surreal, y al ser su única conexión con un pasado sin testigos, parecen ser el único testimonio de su identidad. Esta presencia constante de la memoria le permite a María construir su sentido de pertenencia y dar forma a su vida actual, como una manera de afirmar quién ha sido y quién sigue siendo a pesar del tiempo y el olvido.
La dignidad y la resistencia son temas secundarios, pero que cobran relevancia en el carácter de María, quien insiste en tomar decisiones importantes sobre su muerte y su legado. Su deseo de tener un entierro digno y una sepultura que no sea alterada o removida con el tiempo, además de su empeño en que Noi llore sobre su tumba, reflejan su lucha por mantener la dignidad incluso en sus últimos días. La resistencia de María también se manifiesta en su relación con los ideales políticos de la ciudad: las lápidas sin nombre de los anarquistas y su indignación hacia el conde de Cardona por su apoyo a la dictadura muestran que, en su forma silenciosa, María se alinea con una resistencia simbólica, una suerte de rebeldía contra un sistema que la ha oprimido y marginado.
Finalmente, la sexualidad y el deseo en la vejez se abordan de manera revolucionaria para su época. García Márquez desafía los tabúes sociales al presentar a una protagonista mayor que mantiene su sensualidad y capacidad de deseo. El encuentro final con el joven conductor no solo subvierte las expectativas sobre el sueño premonitorio, sino que también cuestiona los prejuicios sociales sobre la sexualidad en la tercera edad.
¿Qué estilo y técnicas de escritura emplea el autor?
En “María dos Prazeres,” Gabriel García Márquez emplea un estilo narrativo caracterizado por una prosa descriptiva y poética, combinada con una sobriedad que no evade la dureza de los temas de vejez, muerte y soledad. La narración está impregnada de melancolía, pero sin sentimentalismo; el autor se enfoca en una descripción minuciosa de los detalles del entorno y de los pensamientos de María, usando el lenguaje como una herramienta para ahondar en el carácter de la protagonista y en el ambiente que la rodea. A través de esta riqueza descriptiva, García Márquez crea un escenario profundamente vívido y tangible en el que los espacios y los objetos revelan tanto de la protagonista como las mismas acciones, dando una voz poética a cada rincón de la vida de María y a cada interacción que tiene con los personajes secundarios. La belleza y precisión de las descripciones no solo aportan textura a la historia, sino que también refuerzan los temas de nostalgia y aislamiento.
Una de las técnicas literarias más destacadas en este cuento es el uso de la omnisciencia selectiva. Aunque el narrador conoce los pensamientos y emociones de todos los personajes, se centra en particular en María, exponiendo sus recuerdos y reflexiones internas con un nivel de intimidad que permite al lector empatizar con su vulnerabilidad y fortaleza. Esta técnica permite que el relato sea una exploración del estado psicológico de María, mostrando la profundidad de sus miedos y deseos sin que ella misma los exprese abiertamente a otros personajes. El narrador también selecciona cuidadosamente ciertos momentos de la historia para revelar los pensamientos de otros personajes secundarios, lo que enriquece la perspectiva de María al contrastarla con la percepción de quienes la rodean. Esta técnica de omnisciencia permite que la soledad y la complejidad emocional de la protagonista se vean más palpables al confrontar su visión del mundo con la de los demás.
El estilo de García Márquez en este cuento también presenta elementos del realismo mágico, aunque de una manera sutil y casi implícita. Aspectos como la habilidad de Noi para “llorar” y el encuentro final de María con el joven conductor, que adquiere un aire de revelación o epifanía, representan momentos donde la línea entre lo real y lo fantástico se difumina. A diferencia de otras obras del autor donde el realismo mágico se manifiesta de manera más explícita, aquí funciona de forma contenida, integrándose al tono nostálgico y casi onírico de la historia. La presencia de lo mágico es una extensión de la subjetividad de María, una mujer cuya vida ha sido una mezcla de dura realidad y momentos de extraordinaria resistencia. Esta técnica convierte lo cotidiano en algo simbólico, dotando de un halo místico a sus interacciones más simples, como el entrenamiento de Noi para encontrar su tumba o su ritual de escribir en las lápidas sin nombre del cementerio.
La estructura del relato es lineal, pero García Márquez utiliza analepsis (flashbacks) para explorar el pasado de María, especialmente su niñez en Manaos y sus experiencias tempranas en Barcelona. Estos saltos temporales no solo añaden capas a su personalidad, sino que revelan los traumas y los recuerdos que definen su presente. La habilidad de García Márquez para moverse entre el pasado y el presente sin romper el flujo narrativo permite que la vida de María se presente como un todo cohesivo, donde cada recuerdo afecta sus decisiones y sus miedos actuales. Esta técnica también resalta cómo el pasado de la protagonista sigue vivo en su memoria y en su percepción del entorno, creando una atmósfera que es tanto temporal como emocional.
Finalmente, el tono de la narración es en sí una técnica significativa. García Márquez usa un tono sobrio y a menudo irónico para relatar los pensamientos y conversaciones de María, lo cual aporta una dosis de humanidad a su personaje y evita que la historia se vuelva abrumadoramente trágica. A través de esta ironía, el autor permite que el lector vea la capacidad de María para enfrentar la muerte y su vida pasada con un humor oscuro, que es también una defensa ante la indiferencia de la sociedad que la rodea. Este tono irónico contribuye a una interpretación más amplia de su vida: no es solo una anciana en espera de la muerte, sino una mujer que, incluso en sus últimos días, desafía la autoridad, la indiferencia y la soledad.
Conclusiones y comentario general sobre María dos Prazeres de Gabriel García Márquez
En “María dos Prazeres,” Gabriel García Márquez nos presenta un relato que, sin pretensiones épicas ni gestos grandilocuentes, captura la complejidad de la vida humana en la vejez y en la marginación social. A través de María, el cuento explora el deseo de trascender el olvido y de dejar huella, una búsqueda de dignidad en la inminencia de la muerte. Esta historia no se limita a narrar los temores y preparativos de una anciana ante su propio final, sino que construye un retrato íntimo de una mujer que, a pesar de su pasado de soledad y su condición marginal, encuentra una forma de resistencia y significado en los gestos cotidianos. En su afán por cuidar cada aspecto de su partida, María desafía no solo la indiferencia de la sociedad, sino también el destino de quienes parecen condenados a ser olvidados, logrando darle un valor casi sagrado a sus últimos actos.
La presencia de Noi, su perro y su único acompañante leal, es central en esta resistencia a la soledad y la indiferencia. A través de la relación entre María y su mascota, García Márquez introduce un símbolo de afecto genuino y constante en una vida marcada por la desaprobación social y el desarraigo. Este vínculo da al relato un toque de ternura y de esperanza en medio de la amargura de la existencia. Asimismo, el personaje del joven que ofrece a María un gesto de amabilidad al final de la historia abre la posibilidad de una conexión humana sincera, en contraste con las relaciones vacías y utilitarias de su pasado. Este encuentro inesperado dota a la historia de un final abierto, un destello de posibilidad que invita a interpretar su premonición no como un fin, sino como una revelación que le devuelve, por un momento, el sentido de vivir.
El cuento también destaca por su habilidad para capturar la atmósfera de la Barcelona de la época, un lugar donde la opresión de la dictadura y la memoria de la Guerra Civil se perciben en los rincones de la ciudad, los cementerios y los espacios públicos. Sin mencionar explícitamente los detalles políticos, García Márquez utiliza los entornos y los personajes secundarios para evocar la represión y el control, mientras que el espíritu rebelde de María se convierte en una metáfora de resistencia silenciosa. Esta ambientación le otorga al cuento un trasfondo histórico que enriquece el retrato de María, haciéndola no solo una protagonista solitaria, sino también una representación de quienes han sido apartados o silenciados.
En última instancia, “María dos Prazeres” es una reflexión sobre la existencia en sus momentos finales, sobre la lucha por conservar la identidad y la dignidad, y sobre los pequeños pero significativos actos de desafío contra el olvido. La narrativa íntima y las sutiles dosis de realismo mágico que impregnan la historia no solo le otorgan una calidad poética, sino que nos permiten explorar, a través de una figura aparentemente insignificante, los aspectos universales de la humanidad. Gabriel García Márquez, en este cuento, logra que cada gesto y cada objeto cobren un significado, brindándonos un retrato conmovedor y auténtico de la vida en la marginalidad y de la persistencia del alma humana, que se niega a ser relegada incluso en sus momentos finales.