«Una flor amarilla», cuento de Julio Cortázar aparecido en el libro Final del juego (1956), nos introduce en el siguiente escenario: ¿Qué pasaría si un día, por un error del destino, al subirnos al autobús, nos topamos por accidente con quien está predestinado a ser nuestro yo reencarnado? Esta es la premisa de que se vale Cortázar para llevarnos por un relato en donde la frontera entre la vida y la muerte se desdibujan. Una historia perturbadora y a la vez cautivadora, con un fuerte componente existencial, contada por uno de los maestros del relato breve latinoamericano.
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Advertencia
El resumen y análisis que ofrecemos a continuación es sólo una semblanza y una de las múltiples lecturas posibles que ofrece el texto. De ningún modo pretende sustituir la experiencia de leer la obra en su integridad.
Resumen del cuento «Una flor amarilla» de Julio Cortázar
El cuento «Una flor amarilla» de Julio Cortázar nos sumerge en un relato insólito y profundamente existencial sobre la inmortalidad y la identidad personal. Narrado en primera persona, el cuento comienza en un bistró en París, donde el narrador conoce a un hombre, un antiguo empleado municipal, quien le confiesa una historia extraordinaria.
Este hombre, mientras viajaba en el autobús de la línea 95, ve a un joven que se parece asombrosamente a él cuando era niño. Esta coincidencia desencadena una obsesión en el hombre, quien empieza a seguir al chico, llamado Luc, descubriendo progresivamente que su vida es un reflejo casi exacto de la suya propia. Desde los detalles físicos hasta los incidentes biográficos, todo en Luc replica la vida del hombre, llevándolo a la convicción de que Luc es, de alguna manera, su reencarnación.
El hombre se integra en la vida del niño y su familia, convirtiéndose en una figura cercana y confiable. Mientras observa a Luc, se convence cada vez más de que todos los seres humanos son inmortales, repitiendo sus vidas a través de diferentes personas en un ciclo eterno. Esta teoría se fortalece con cada coincidencia que encuentra entre su vida y la de Luc.
Sin embargo, la historia toma un giro oscuro y perturbador. Luc enferma y a pesar de los cuidados del hombre y su familia, muere. Esta muerte afecta profundamente al protagonista, quien comienza a ver su propia mortalidad de una manera nueva. Al hombre lo invade la certeza de que, por un error del destino, su muerte será el fin, sin un sucesor que continúe su ciclo de vida. Es el único mortal en una humanidad de inmortales. Esta certeza, que en un principio le parece liberadora, pronto lo sumerge en la angustia.
El cuento concluye con una escena donde el hombre, caminando por un jardín ve una hermosa flor amarilla. Este hecho lo hace tomar conciencia de que, aunque siempre habrá belleza y vida en el mundo, él ya no estará ahí para verla: “De golpe comprendí la nada, eso que había creído la paz, el término de la cadena. Yo me iba a morir y Luc ya estaba muerto, no habría nunca más una flor para alguien como nosotros, no habría nada, no habría absolutamente nada, y la nada era eso, que no hubiera nunca más una flor.”
Esta revelación lo sume en un estado de desesperación, que lo lleva a buscar con urgencia en los autobuses a alguien que pueda ser su próximo avatar, su próxima repetición, para así evitar el abismo y la certeza de la nada.
El autor de «Una flor amarilla»
Julio Cortázar, nacido en Bruselas en 1914 y fallecido en París en 1984, es uno de los escritores más emblemáticos de la literatura latinoamericana del siglo XX. Argentino de origen, Cortázar vivió la mayor parte de su vida adulta en Francia, país que adoptó como su segunda patria. Se le conoce principalmente por su innovadora narrativa y su contribución fundamental al boom latinoamericano, un movimiento literario que renovó y proyectó internacionalmente la literatura de la región.
Cortázar fue un maestro del relato corto y la novela, destacando obras como «Rayuela» (1963), una novela que rompió esquemas tradicionales de narrativa, y colecciones de cuentos como «Final del juego» (1956) y «Bestiario» (1951). Su estilo se caracteriza por la experimentación formal, la mezcla de lo fantástico con lo cotidiano, y una constante búsqueda de nuevas formas de expresión literaria.
En este contexto, «Una flor amarilla» se inscribe dentro de la tradición cortazariana de explorar las dimensiones de los fantástico dentro de lo cotidiano. Este cuento, parte de su colección Final del juego publicada en 1956, refleja varias de las temáticas y estilos que Cortázar desarrolló a lo largo de su carrera: la introspección psicológica, la angustia existencial, el juego con el tiempo y la identidad, y la constante indagación sobre la naturaleza de la realidad.
«Una flor amarilla» se destaca por su enfoque en la inmortalidad y la repetición de la vida, temas que Cortázar abordó en otros trabajos pero que aquí se presentan con una mezcla única de melancolía y una reflexión casi filosófica sobre la naturaleza de la existencia. El cuento, aunque breve, encapsula la habilidad de Cortázar para sumergir al lector en un universo donde lo imposible se siente increíblemente real y tangible.
Análisis del cuento «Una flor amarilla» de Julio Cortázar
Personajes de «Una flor amarilla»
El narrador: El narrador en «Una flor amarilla» es un oyente pasivo, alguien a quien el protagonista del cuento le cuenta su historia en un bistró. A través de sus ojos, conocemos la extraña y obsesiva historia del hombre. El cuento nunca revela su identidad, ni tiene mayor participación en la historia que ser el receptor del relato del protagonista.
El protagonista: Este personaje es un jubilado de la municipalidad, sumido en la soledad y el abandono por su esposa. Un día, en un autobús, ve a un joven, Luc, y descubre una similitud asombrosa con su yo más joven. Esta observación desencadena una obsesión en la que el hombre comienza a ver a Luc como una reencarnación de sí mismo, una figura análoga que revive su vida.
Luc: Luc es un joven de trece años que se convierte en el centro de la obsesión del Protagonista. A través de Luc, el hombre explora temas como la identidad, la repetición y la inmortalidad. Luc es visto como una reencarnación de la juventud del hombre, y su muerte prematura provoca una crisis existencial en él.
La madre de Luc y su familia: La madre de Luc y su familia juegan un papel secundario pero importante en el cuento. El hombre se convierte en una especie de figura paternal para Luc y un amigo cercano para la familia. A través de sus interacciones con la familia, especialmente con la madre, el hombre profundiza en su obsesión, reforzando su convicción de que Luc es su reencarnación.
El escenario en que se desarrolla la historia
«Una flor amarilla» de Julio Cortázar se desarrolla en dos escenarios principales. El primero es un bistró en la rue Cambronne en París, donde se lleva a cabo la narración de la historia. Este lugar actúa como un espacio de confesión y reflexión. El ambiente del bistró, con sus clientes habituales y su atmósfera relajada, proporciona el entorno ideal para que el hombre principal del cuento, un jubilado, se abra y comparta su extraordinaria y perturbadora historia con el narrador. Este espacio, típico de la ciudad de París, con su mezcla de intimidad y anonimato, permite que se despliegue una conversación profunda y personal, convirtiéndose en un refugio donde el hombre puede expresar sus pensamientos y obsesiones más íntimas sin temor a ser juzgado.
El segundo escenario es la casa de Luc y su familia, a la que el hombre comienza a visitar regularmente después de su encuentro con Luc. La descripción de la casa y sus interiores, junto con la dinámica familiar, aporta una dimensión más personal y cotidiana a la historia. El hombre se convierte en un visitante frecuente, estableciendo una conexión íntima con Luc y su familia. Esta casa, marcada por la pobreza y las dificultades, se convierte en un lugar de observación y reflexión para el hombre, quien encuentra en este espacio y en su interacción con la familia, particularmente durante la enfermedad y eventual muerte de Luc, el terreno para profundizar en su obsesión con la idea de la reencarnación y la inmortalidad.
Además, hay otros dos escenarios que, aunque más fugaces, tienen una importancia fundamental para el desarrollo de la historia: el autobús y el Jardín del Luxemburgo, de París. En estos dos espacios públicos es dónde el protagonista vive sus revelaciones: la primera, que Luc es su reencarnación; y la segunda, que, debido a la prematura muerte de Luc, el destino inexorable del protagonista es la nada.
El narrador en «Una flor amarilla»
La historia de «Una flor amarilla» de Julio Cortázar es narrada desde una perspectiva única y particularmente interesante. El relato se presenta a través de la voz de un narrador en primera persona, que no es el protagonista de la historia principal, sino un oyente, una especie de intermediario entre el hombre central del cuento y el lector. Este narrador encuentra al hombre, un jubilado de la municipalidad, en un bistró en París. Bajo el efecto del alcohol, el hombre se siente compelido a compartir su inusual y perturbadora historia con el narrador.
La elección de Cortázar de utilizar a este narrador como el conducto de la historia agrega una capa de distancia entre el lector y los eventos que se relatan. El narrador es más un receptor pasivo que un participante activo; escucha y transmite la historia del hombre a los lectores. Esta técnica narrativa proporciona un filtro a través del cual se presenta la historia, permitiendo que el lector se enfoque en la narrativa del hombre sin la influencia directa de sus emociones y percepciones personales.
Este método de narración también introduce una dimensión de reflexión y análisis sobre la historia. El narrador, al ser un extraño para el hombre y su historia, no tiene prejuicios ni involucramiento emocional directo con los eventos. Esto permite que la narración mantenga un cierto tono de objetividad y contemplación, incluso mientras se relatan eventos que son profundamente personales y emocionalmente cargados para el hombre.
Principales temas que desarrolla Cortázar en «Una flor amarilla»
Identidad y repetición de la vida: El cuento explora la idea de que nuestras vidas pueden repetirse en otras personas. Esta noción se manifiesta en la obsesión del hombre con Luc, un joven que parece ser la reencarnación de su yo más joven. El hombre ve en Luc no solo un reflejo físico, sino también paralelismos en sus experiencias de vida. Este tema invita a reflexionar sobre la naturaleza de la identidad: ¿somos únicos en nuestras experiencias o son simplemente ecos de vidas pasadas? Cortázar utiliza este tema para explorar la idea de la identidad como algo fluido y no fijo, sugiriendo que nuestras vidas pueden ser parte de un ciclo más amplio, donde se repiten patrones y experiencias.
Mortalidad e inmortalidad: A través de la historia del hombre y su conexión con Luc, Cortázar explora la tensión entre la mortalidad y la idea de la inmortalidad. Inicialmente, el hombre se siente atraído por la idea de que la vida se repite, lo que le da una sensación de inmortalidad. Sin embargo, la muerte prematura de Luc lo confronta con la realidad de la mortalidad. Este giro en la historia desafía la noción de inmortalidad del hombre y lo lleva a una profunda reflexión sobre la finalidad y la efímera naturaleza de la existencia humana. Cortázar, de esta manera, plantea preguntas filosóficas sobre el significado de la vida y la muerte, invitando al lector a cuestionar sus propias creencias sobre estos temas fundamentales.
Obsesión y búsqueda de sentido en la vida: El cuento también aborda la obsesión del hombre por encontrar un significado más profundo en su vida y en la de Luc. Esta obsesión lo lleva a una búsqueda exhaustiva de paralelismos entre sus vidas, impulsada por la necesidad de encontrar un propósito y una explicación a su existencia. La obsesión se convierte en una forma de enfrentar la soledad y el abandono que siente en su vida personal. Cortázar utiliza esta obsesión para explorar cómo los seres humanos buscan dar sentido a sus vidas, a menudo aferrándose a ideas o creencias que les proporcionen consuelo ante la incertidumbre de la existencia y la perspectiva de la nada.
Tono y ritmo de la narración
El tono de la narración es introspectivo y contemplativo. Desde el principio, cuando el narrador encuentra al hombre en el bistró, se establece un ambiente de reflexión profunda. El hombre, al compartir su historia, lo hace con un tono de melancolía y asombro, como alguien que ha experimentado algo extraordinario y desconcertante. A medida que la historia se desenvuelve, este tono se mantiene, incluso se intensifica, especialmente al abordar temas como la identidad y la mortalidad. Cortázar, a través de su narrativa, invita al lector a sumergirse en estas reflexiones, creando una atmósfera meditativa que se sostiene a lo largo de toda la obra.
En cuanto al ritmo, la narración fluye con una cadencia de deliberada mesura. No hay prisa en la forma en que se cuenta la historia; cada detalle parece cuidadosamente seleccionado para aportar a la profundidad y riqueza del relato. La historia se desarrolla gradualmente, revelando los detalles de la obsesión del hombre con Luc y su vida de manera que mantiene al lector comprometido y reflexivo. Este ritmo pausado es particularmente efectivo para sumergir al lector en la psique del hombre, permitiendo una comprensión más profunda de su obsesión y crisis existencial.
Técnicas literarias que emplea Julio Cortázar para contar la historia
En «Una flor amarilla», Julio Cortázar emplea una serie de técnicas literarias que enriquecen la narrativa y profundizan el impacto emocional y temático del cuento. Una de las más destacadas es la estructura de la narración enmarcada, donde la historia principal es contada por un personaje secundario, el hombre en el bistró, a través del narrador principal. Esta técnica crea una distancia entre el lector y los eventos relatados, aportando una capa de reflexión y análisis que invita a cuestionar la veracidad y las implicaciones de la historia.
Otro aspecto relevante es la mezcla de lo real con lo fantástico, característico de muchas obras de Cortázar. Aunque la historia se desarrolla en un entorno cotidiano y reconocible, la inserción de elementos quiméricos, como la idea de la repetición de vidas y la reencarnación, desafía la percepción del lector sobre la realidad. Esta mezcla de lo real y lo fantástico se maneja con sutileza, haciendo que lo extraordinario parezca plausible dentro del marco de la narrativa.
Cortázar también se vale de una prosa rica y evocadora para crear imágenes vívidas y atmosféricas. Su estilo detallado y poético ayuda a sumergir al lector en el mundo del cuento, haciendo que los escenarios y las emociones de los personajes sean palpables. La atención a los detalles, desde las descripciones de los personajes hasta los entornos, juega un papel crucial en la construcción del ambiente melancólico y reflexivo del cuento.
Finalmente, el autor también utiliza el simbolismo de manera efectiva. La flor amarilla del título, por ejemplo, sirve como un poderoso símbolo de la efímera naturaleza de la vida y la belleza, así como de la persistencia de la vida y la esperanza más allá de la muerte individual. Este simbolismo no solo añade profundidad al relato, sino que también refuerza los temas centrales del cuento.
Influencia del contexto histórico y cultural
Publicado en 1956, el cuento «Una flor amarilla» parece recoger varios elementos que evidencian el contexto en que fue escrito. En los años 50, el mundo aún se estaba recuperando de las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Esta época estuvo marcada por una intensa reflexión sobre la condición humana, la moralidad y la existencia, temas que son centrales en el existencialismo. Este movimiento filosófico, que enfatiza la libertad individual, la elección y la subjetividad, probablemente influenció a Cortázar en su exploración de la identidad y la búsqueda de significado en «Una flor amarilla». El cuento, con su enfoque en la obsesión del hombre por la reencarnación y su lucha por encontrar un propósito en la vida, refleja estas preocupaciones existenciales.
Asimismo, la elección de París como escenario refleja la conexión de Cortázar con esta ciudad, donde vivió gran parte de su vida adulta. En la década de 1950, París era un centro de actividad intelectual y artística, y un lugar donde el existencialismo y otras corrientes de pensamiento florecían. La ciudad, con su atmósfera de libertad y creatividad, pudo haber proporcionado un telón de fondo inspirador para la exploración de temas existenciales en la obra de Cortázar.
Conclusión general sobre el cuento «Una flor amarilla» de Julio Cortázar
«Una flor amarilla» de Julio Cortázar es un cuento que, a través de su estructura y contenido, nos invita a una reflexión profunda sobre la naturaleza de la existencia y la búsqueda de significado. El cuento es una exploración de la obsesión humana por entender y dar sentido a la vida, presentada a través de la historia de un hombre y su fascinación por un joven que parece ser su reencarnación.
La estructura del cuento, una narración dentro de otra narración, es una elección significativa de Cortázar. Esta técnica crea un efecto de distanciamiento que invita al lector a ser un observador crítico de la historia. El narrador principal escucha la historia del hombre en el bistró, y nosotros, a su vez, la recibimos a través de su filtro. Este método de narración refuerza la idea de que nuestras percepciones de la realidad están siempre mediadas por nuestras experiencias y creencias personales.
El tema de la identidad es central en el cuento. A través de la obsesión del hombre por Luc, Cortázar explora la idea de que nuestras vidas pueden ser repetidas o reflejadas en otras personas. Esta noción desafía nuestra comprensión de la identidad como algo único y fijo. El hombre ve en Luc no solo un parecido físico, sino también paralelos en sus biografías, lo que le lleva a cuestionar la singularidad de su propia vida. Este tema es una reflexión sobre la naturaleza de la individualidad y la continuidad del ser.
La muerte de Luc es un punto de inflexión en el cuento. Hasta ese momento, el hombre se aferra a la idea de que la vida se repite, lo que le proporciona un sentido de inmortalidad y continuidad. Sin embargo, la muerte prematura de Luc lo confronta con la realidad de la mortalidad y la finitud de la existencia. Este giro lleva al hombre, y al lector, a una reflexión sobre el significado de la muerte y la efímera naturaleza del ser.
La obsesión del hombre por encontrar un significado en la vida de Luc es también una representación de la búsqueda humana de propósito y comprensión. Esta obsesión, que inicialmente parece darle al hombre una sensación de conexión y continuidad, finalmente se revela como una fuente de desilusión y desesperanza. Cortázar utiliza este desarrollo para cuestionar si nuestra búsqueda de significado es en última instancia una búsqueda condenada, una lucha por encontrar respuestas en un mundo que puede no tenerlas.
Cortázar logra con éxito crear una obra que es tanto una narrativa cautivadora como una profunda meditación filosófica. El cuento no ofrece respuestas fáciles, sino que presenta preguntas que desafían al lector a considerar sus propias creencias sobre la vida, la muerte y el significado de estas. La habilidad de Cortázar para entrelazar lo cotidiano con lo fantástico y los dilemas existenciales que plantea la historia, hacen que «Una flor amarilla» sea una obra que perdura en la mente del lector mucho después de su lectura.