Resumen del argumento: El cuento «El viento» (The Wind), de Ray Bradbury, fue publicado por primera vez en Weird Tales en marzo de 1943 y más tarde incluido en la colección Dark Carnival (1947). Gira en torno a una serie de llamadas telefónicas entre Herb Thompson y su amigo Allin, un escritor de libros de viajes que vive solo en una casa apartada. Allin está convencido de que el viento —una fuerza consciente que lo ha perseguido desde una expedición al Himalaya— ha regresado para atraparlo. A lo largo de la noche, describe cómo esa presencia rodea su casa, intenta entrar y destruye partes de la estructura. Mientras tanto, Herb, atrapado entre la incredulidad y la preocupación, escucha sus llamadas cada vez más desesperadas. Finalmente, al perder el contacto con su amigo y oír lo que parece ser su risa frente a la puerta, Herb abre… pero solo encuentra viento y silencio.

Advertencia
El resumen y análisis que ofrecemos a continuación es sólo una semblanza y una de las múltiples lecturas posibles que ofrece el texto. De ningún modo pretende sustituir la experiencia de leer la obra en su integridad.
Resumen de El viento, de Ray Bradbury
Una tarde oscura de diciembre, Herb Thompson recibe una llamada de su viejo amigo Allin, cuya voz suena alterada. Le ruega que pase la noche en su casa, pero Herb ya tiene compromisos: su esposa ha preparado la cena y esperan visitas. Aunque Allin intenta restarle importancia, menciona que «el viento» ha regresado. Habla de corrientes sutiles que apenas mueven las cortinas, pero en su tono se percibe una urgencia que Herb intenta minimizar con bromas y frases tranquilizadoras.
Allin, escritor y viajero, relata una experiencia que lo marcó durante una expedición al Himalaya, donde asegura haber descubierto el “Valle de los Vientos”. Desde entonces, siente que lo persigue una fuerza invisible, que toma forma en tormentas y huracanes. Aunque otros se burlan de él o lo creen exagerado, Allin está convencido de que esa presencia tiene conciencia, que lo ha seguido por todo el mundo y que ahora se dispone a atraparlo.
Durante la cena, el teléfono suena con insistencia. Al principio, Herb no atiende, pero finalmente contesta. Allin le dice que el viento ya está allí, que lo ha visto avanzar por la carretera, zarandeando los árboles uno por uno, hasta alcanzar su puerta. Logró cerrarla justo a tiempo, pero ahora está sitiado. Siente cómo la fuerza lo rodea, lo acecha, se desplaza por la casa. La describe como una entidad burlona, inteligente y paciente, que adapta su comportamiento a sus movimientos.
Las llamadas se interrumpen, regresan y se vuelven cada vez más erráticas. Allin cuenta cómo ha reforzado puertas y ventanas para resistir. A través del teléfono, Herb escucha ruidos extraños: golpes, vidrios rotos, el silbido del viento. Allin sostiene que aquello que lo acosa no es simplemente aire, sino la suma de todos los vientos del mundo: una criatura hecha de muerte, de voces absorbidas en tormentas pasadas, de energía acumulada a lo largo del tiempo. Un ente que ha cobrado conciencia.
Presionado por su esposa, Herb cuelga. Intenta reanudar la velada: conversa, juega a las cartas con sus invitados. Pero no logra concentrarse. Su mente vuelve una y otra vez al teléfono, que sigue sonando. Reflexiona sobre la desconexión entre las vidas humanas: mientras ellos comparten una noche tranquila, otros —como Allin— podrían estar enfrentando algo terrible, completamente solos. Finalmente, decide llamar, pero la operadora le informa que las líneas telefónicas en la zona de Allin han colapsado.
El miedo se apodera de él. Está por salir a buscar a su amigo cuando escucha algo en la puerta: risas, voces. Cree reconocer la de Allin. Sonríe, aliviado, pensa
Solo percibe el viento: primero como una brisa suave que le roza la cara, luego como una ráfaga más intensa que le revuelve el abrigo y el cabello. Vuelve a escuchar risas, pero no logra identificar su origen. El viento rodea la casa, lo envuelve, sopla con furia durante un minuto y luego se retira. Queda un silencio espeso, casi reverencial, y una sensación de pérdida difícil de nombrar. Herb cierra la puerta, pálido, inmóvil, como si una parte de él hubiera sido alcanzada también.
Así termina la historia.
Personajes de El viento, de Ray Bradbury
Allin es el eje emocional del relato. Marcado por sus experiencias como viajero y escritor, especialmente por una expedición al Himalaya, vive convencido de que ha sido elegido o perseguido por una fuerza invisible que identifica como el viento. Bradbury lo presenta como alguien atrapado no solo por una amenaza exterior, sino por una idea que lo domina. A lo largo del cuento, Allin se muestra lúcido y organizado, aunque profundamente angustiado. Su relato telefónico, articulado con coherencia y detalle, oscila entre lo racional y lo delirante, lo que genera una constante ambigüedad sobre su salud mental. Habla de puertas reforzadas, ventanas atrancadas y estrategias de defensa como quien se prepara para un asedio. Esa combinación de lógica extrema y temor absoluto lo convierte en un personaje fascinante: desesperado por ser comprendido, pero condenado a vivir una experiencia que nadie más comparte.
Herb Thompson es el interlocutor de Allin y el punto de anclaje con la realidad cotidiana. Vive con su esposa, lleva una vida ordenada y tranquila, y representa la mirada racional que intenta comprender, pero también esquivar, lo extraordinario. Aunque desde el inicio se muestra dispuesto a escuchar a su amigo, lo hace con cierta condescendencia, como quien quiere calmar sin involucrarse del todo. Su evolución a lo largo del cuento es sutil: pasa de la indiferencia a la inquietud, y de ahí al remordimiento. Cuando finalmente intenta actuar, ya es tarde. Su figura encarna la impotencia del que duda demasiado tiempo. Herb también representa al lector: alguien que observa, escucha, reflexiona… pero no puede intervenir. Y cuando por fin decide hacerlo, se enfrenta al vacío.
La esposa de Herb cumple una función secundaria, pero simbólicamente significativa. Encarnación del escepticismo práctico, representa la lógica doméstica que descarta lo extraordinario con burla o impaciencia. Desde sus primeras apariciones, se muestra molesta por las llamadas de Allin, a quien considera exagerado y perturbador. Insiste en mantener la rutina, en preservar la apariencia de normalidad. Su actitud no solo genera tensión en el relato, sino que obliga a Herb a moverse entre dos fuerzas: la lealtad a su amigo y la presión de su entorno inmediato. Ella no percibe el peligro, y eso la vuelve ajena a la tragedia, pero también funcional al drama del protagonista.
Comentario y análisis de El viento, de Ray Bradbury
El cuento El viento, de Ray Bradbury, publicado en Weird Tales en 1943, es una narración breve y profundamente inquietante, que se inscribe dentro del terror psicológico con elementos fantásticos. Bradbury no recurre a figuras sobrenaturales evidentes ni a recursos de horror explícito. Por el contrario, construye una tensión creciente a partir de un fenómeno natural aparentemente inofensivo: el viento. Lo que vuelve perturbadora esta historia es la transformación progresiva de ese elemento cotidiano en una presencia ominosa, invisible, persistente y —según su protagonista— consciente. El miedo, aquí, no se materializa en lo visible, sino que se insinúa, se sugiere, se respira. Y esa amenaza sutil, que nunca se muestra del todo, es lo que convierte al relato en una experiencia angustiante.
La historia gira en torno a Allin, un escritor de libros de viajes que vive solo y aislado en una casa lejana. Durante la noche, mantiene una serie de llamadas telefónicas con su amigo Herb Thompson, a quien le cuenta que el viento ha regresado. No se trata de un fenómeno meteorológico común, sino de una fuerza que lo persigue desde hace años, desde que exploró una región remota del Himalaya conocida como el «Valle de los Vientos». Desde entonces, Allin cree que ha sido seguido por tormentas, tifones y huracanes que no responden al azar, sino que obedecen a una inteligencia antigua y despiadada. Ahora, esa fuerza está a las puertas de su casa, intentando entrar. A medida que transcurre la noche, Allin describe cómo el viento rodea su hogar, golpea puertas y ventanas, estalla cristales, se cuela por rendijas, y lo acosa con lo que él interpreta como una voluntad propia. Habla de una entidad que ha absorbido las voces y las mentes de millones de víctimas de tormentas a lo largo de la historia, y que ha adquirido conciencia mediante esa acumulación de muerte. Una criatura que lo busca para silenciarlo, porque él sabe demasiado.
La estructura del cuento está cuidadosamente diseñada para intensificar la tensión. Casi toda la narración se desarrolla a través del diálogo telefónico entre los dos amigos. Esta elección formal no solo genera una cercanía íntima con los personajes, sino que también acentúa la sensación de distancia e impotencia. Herb está lejos. Escucha, pero no ve. No puede comprobar lo que ocurre. Su único contacto con el terror que vive Allin es una voz, una narración oral entrecortada, plagada de sonidos inquietantes, interrupciones, silencios. El teléfono se convierte así en un símbolo de lo inalcanzable: une a los personajes, pero no los acerca realmente. Es un lazo débil entre dos mundos separados no solo por la geografía, sino también por la experiencia. Por un lado, la casa luminosa, estable, compartida de Herb; por el otro, el encierro solitario de Allin, rodeado por la oscuridad y una amenaza invisible.
El relato admite dos niveles de lectura. En su dimensión literal, se nos presenta una historia fantástica: el viento, como fuerza elemental y autónoma, persigue a Allin por haber penetrado un territorio prohibido. En esta interpretación, el viento es una entidad viva que actúa con inteligencia, que recuerda, que castiga. Es un símbolo de lo incontrolable, de la naturaleza cuando se torna hostil, vengativa. Allin, como explorador, ha osado penetrar en un lugar que no debía, ha visto algo que no debía ver, y ahora debe pagar el precio.
Sin embargo, el cuento también permite una lectura simbólica, psicológica. El viento puede ser entendido como una proyección del miedo, del trauma no resuelto, del deterioro mental. Allin ha vivido experiencias extremas y quizá su mente ha encontrado en el viento una figura para representar sus recuerdos, su soledad, su culpa. En este sentido, el relato aborda con gran sutileza la delgada frontera entre lo real y lo imaginado. Bradbury nunca nos da una respuesta definitiva. La historia no confirma si lo que Allin experimenta es real o si se trata de un delirio progresivo. Esa ambigüedad, cuidadosamente sostenida hasta el último párrafo, es uno de los grandes aciertos del cuento. La incertidumbre se convierte en una parte fundamental de la experiencia de lectura: el lector, como Herb, escucha, sospecha, duda… pero nunca puede estar seguro.
Herb Thompson representa al lector escéptico. Es el personaje racional, el que intenta explicar lo inexplicable con argumentos prácticos. Al principio, escucha a su amigo con paciencia, incluso con simpatía. Luego, empieza a mostrarse incómodo. Más tarde, se siente culpable. Intenta seguir con su vida cotidiana: cena con su esposa, recibe visitas, juega a las cartas. Pero algo lo inquieta. Su atención regresa una y otra vez al teléfono, que sigue sonando. Aunque nunca ve el peligro, empieza a percibir su presencia. Cuando las llamadas cesan y las líneas telefónicas se caen, el miedo lo alcanza. Decide salir a buscar a su amigo, pero justo entonces oye una risa frente a su puerta. Abre, convencido de que Allin ha llegado, y solo encuentra el viento. El lector no sabe qué ocurrió, pero Herb sí: su expresión final lo revela.
La esposa de Herb cumple una función importante como contrapeso. Representa la incredulidad más tajante, la postura de quien niega de plano cualquier anomalía. Desde el comienzo muestra desprecio por Allin y su obsesión con el viento. Insiste en mantener la rutina doméstica, en apagar la alarma, en seguir adelante. Su actitud pone a Herb entre dos fuerzas opuestas: la racionalidad de la vida estable y la angustia del amigo que suplica ayuda. Este conflicto interno —la duda entre el deber cotidiano y la lealtad— también forma parte del trasfondo ético del cuento. ¿Hasta qué punto debemos escuchar a quienes nos advierten de lo improbable?
En cuanto al estilo, Bradbury recurre a un lenguaje sobrio, casi contenido. El terror no se construye a través de imágenes espectaculares, sino mediante lo sugerido: los sonidos del viento, las frases entrecortadas, los silencios. El autor domina el arte de la insinuación. La progresión narrativa se basa en la repetición creciente de las llamadas, en la intensidad emocional de cada nueva conversación, en la sensación de que algo se aproxima, pero no termina de revelarse. El cuento avanza como una espiral, y el lector, junto a los personajes, desciende en ese vértigo.
El tono oscila entre lo cotidiano y lo ominoso. Bradbury empieza con una situación reconocible —una llamada telefónica, una conversación entre amigos— y poco a poco introduce lo extraño, sin que el lector pueda precisar en qué momento lo real cede ante lo fantástico. Esa transición gradual es característica de su obra: el miedo no irrumpe, se insinúa. Así, El viento no es solo una historia de horror sobrenatural, sino también un estudio sobre la angustia, la incomunicación y la soledad.
En definitiva, el cuento puede interpretarse como una advertencia sobre los límites del conocimiento humano y la fragilidad de la razón. Allin quiso comprender los secretos de la naturaleza, pero terminó siendo destruido por ellos. El viento, como símbolo, representa aquello que escapa a toda forma de control: lo intangible, lo incomunicable, lo inexplicable. Bradbury no da respuestas. Nos deja, como a Herb, frente a una puerta abierta y un viento que entra.
