Ambrose Bierce: Un habitante de Carcosa

Ambrose Bierce : Un habitant de Carcosa

Un habitante de Carcosa (An Inhabitant of Carcosa) es un relato inquietante de Ambrose Bierce, publicado el 25 de diciembre de 1886 en San Francisco Newsletter. La historia narra la experiencia de un hombre que despierta en un paisaje desolado y misterioso, poblado de hierbas marchitas, árboles secos y ruinas que parecen hablar de un pasado olvidado. Perdido en este entorno sombrío, el protagonista busca el camino hacia la antigua ciudad de Carcosa, mientras reflexiona sobre la naturaleza de la vida, la muerte y su propia existencia, enfrentándose a un enigma que trasciende el tiempo y la realidad.

Ambrose Bierce: La ventana tapiada

Ambrose Bierce - La ventana tapiada

En «La ventana tapiada» (1891), Ambrose Bierce nos transporta a los vastos y solitarios bosques cercanos a Cincinnati en 1830, donde la naturaleza salvaje sirve de telón de fondo para un relato inquietante. La historia sigue a Murlock, un hombre viudo y huraño que vive en una cabaña aislada, apartado de toda compañía. Antaño un pionero lleno de vida, Murlock ha envejecido prematuramente tras la muerte de su esposa, un suceso envuelto en circunstancias misteriosas y aterradoras, que alteró su vida para siempre.

Ambrose Bierce: Aceite de perro

Ambrose Bierce - Aceite de perro

«Aceite de perro» (Oil of Dog) es un cuento de Ambrose Bierce, publicado el 11 de octubre de 1890 en el Oakland Daily Evening Tribune. Narra la infancia de Boffer Bings, criado en un entorno tan peculiar como inquietante: su padre fabrica aceite con métodos poco convencionales y su madre se dedica a una profesión aún más turbia. Desde muy joven, Boffer se ve envuelto en estas actividades, sin cuestionarlas. Con tono satírico y macabro, el relato describe cómo una combinación inesperada de circunstancias transforma la rutina familiar en una cadena de sucesos grotescos y profundamente perturbadores.

Ambrose Bierce: Una noche de verano

Ambrose Bierce

El hecho de que Henry Armstrong fuese enterrado no significaba ni probaba, en su opinión, que estuviera muerto: siempre fue un hombre difícil de convencer. Sólo admitía estar enterrado, cosa de la que le ofrecían testimonio sus sentidos. Su posición —yaciente de espaldas, con las manos cruzadas a la altura del estómago y atadas con … Leer más