Juan Radrigán: Difusa esperanza
Totalmente ebrio, Horacio busca sin resultado algo de comer. Es más de la una de la madrugada, pero eso no le importa. Piensa que una buena esposa debe esperar siempre
Totalmente ebrio, Horacio busca sin resultado algo de comer. Es más de la una de la madrugada, pero eso no le importa. Piensa que una buena esposa debe esperar siempre
Hace muy poco que han tomado las onces, pero doña Rosa ya está pelando papas para la comida. Lo hace cuidadosamente. Después que las monda las da vueltas entre sus
Susana у Luis, humildes y desesperados, esperan. La Posta es estrecha y limpia, violentamente iluminada: afuera, la noche es negra y fría, otra vez llueve, desde adentro se escucha el
Día. Don Miguel está sacudiéndoles el polvo a unas revistas, cuando entra la vieja. Una rápida ojeada le basta para calificarla: una pordiosera. —¡No hay plata, no hay plata! —dice